Por Myrian Vera / Fotos: J.C. Marchak
“En el año 71 acá no había caminos, solo picadas, vehículos menos, había que ir a pie o a caballo”. Así empezó a contar su “historia burrera” Don Marino López, docente jubilado y uno de los grandes referentes de la actividad hípica misionera, quien llegó a El Soberbio hace más de cinco décadas con su título de maestro, una gran pasión “burrera” y la firme decisión de abrirse paso donde no lo había.
Oriundo de Concepción de la Sierra, el pionero llamado cariñosamente “El Martín Fierro de la frontera” recordó con orgullo a su tierra natal: “Un lugarcito muy lindo donde nací y me crié, después me recibí de maestro y salí a la campería, primero me fui a Corrientes, donde estuve queriendo estudiar abogacía e ingresé a la policía, pero los correntinos no son fáciles y el misionero tampoco es muy dado a ser sumiso”, aseguró con una sonrisa enfática.
Entre estudios y caminos truncos, Don Marino finalmente encontró su rumbo definitivo cuando decidió ejercer la docencia. “Con mi título de maestro me fui para Eldorado y empecé a enseñar”. Fue allí justamente donde volvió vincularse con el deporte y con el mundo burrero.
“Mi abuelo desde siempre estuvo conectado con productores y por eso teníamos caballos desde chicos, el primero lo tuve a los 14 años. Con el paso de los años adquirí un caballo de carrera y anduve corriendo por muchos lugares. Pasé muy bien aquellos años en Eldorado, época en la que también jugué al básquet y al fútbol profesional, para rebuscarme unos pesos”, rememoró sobre su juventud indomable.

Pero fue en El Soberbio donde echó raíces sin dejar de lado su amor por el deporte. Al poco tiempo de llegar, trajo desde su pueblo natal una yegua y ayudó a fundar el primer centro hípico, actualmente un emblema del lugar.
“Empezamos a correr carreritas por todos lados. Acá en El Soberbio era la diversión del domingo. Mi entorno de amigos y de quienes se convertirían en mi familia éramos todos apasionados por los caballos y la vida gaucha”, contó sobre cómo nació el Hípico Don Lico, ubicado a cuatro kilómetros del casco urbano fue lugar de encuentro familiar por décadas.
“Conseguimos un zanello, yo mismo me subí a la máquina e hicimos la cancha y arrancamos”, contó con una enorme sonrisa.
Esa fue la semilla de un fenómeno que todavía se respira en cada rincón del municipio: la pasión por las jornadas campestres, los deportes de riendas y las carreras de caballos.
Con aquel zanello Don Marino no solo fundó una pista. Sembró cultura, encuentros y comunidad: “Las carreras que se organizaban en su momento no involucraban apuestas ni espectáculos de explotación animal”, dijo.
“Mucha gente podría no entenderlo, pero nuestras jornadas hípicas son encuentros familiares, populares, incluso cuando la gente se junta para ver pruebas de rienda siempre se tiene un fin solidario; las actividades camperas siempre ayudaron a juntar fondos para una escuela o para el hospital. Y la gente ama esto”, reafirmó.

Legado
“En mi pueblo natal también tengo muchos amigos que son burreros de ley”, prosiguió. Y esa pasión, según contó, se heredó: “Tengo una nieta que quiere estudiar veterinaria, y a todos mis nietos les gustan los caballos. Ya tenemos unos cuantos, y estamos esperanzados en que nuevamente la Provincia nos otorgue el permiso para no tener que cerrar el hípico, ahota se están impulsando las pruebas de rienda”.
“Yo ahora tengo 74 años, todavía corro, soy medio tronco ya, pero para mí correr es salud”, señaló orgulloso.
Visiblemente emocionado, en otro tramo de la charla contó cómo sus hijos y nietos llevan adelante su legado: “Mi hijo es director de escuela en una aldea originaria, también maestro como yo, y está arraigado con los caballos. Yo ya tengo dos nietos que son doctores. Y toda mi ‘gurisada’ también heredó mi amor por los caballos”.
“A mí ya me queda poco hilo en el carretel, pero ya tengo unos cuantos nietos que van a seguir con esta hermosa vida gaucha, junto a los caballos. Esta pasión hace que la gente se junte, no hay que perder esa camaradería”, acotó.
“Siempre les digo a mis nietos, así como le dije a mis hijos: ustedes estudien. Porque el que estudia tiene las herramientas para seguir con orgullo esta tradición, pero sin dejar de mirar hacia el futuro”.

Historias que galopan
Don Marino es también memoria viva de las grandes carreras que marcaron época en Misiones. “En Aristóbulo del Valle había una yegua que se llamaba ‘Yegua Ley’, que hizo historia. Después estuvo ‘Biguá’, un caballo comprado a un colono, que corrió contra brasileños en San Javier, y hasta hoy se lo recuerda porque dejó una marca de amor en nosotros”.
También nombró a “Desacato”, y a “Tatú Maleta”, un tordillo traído de Buenos Aires.
“Antes las carreras eran importantes. También recuerdo una en Santa María donde los correntinos nos dieron una laceada”, se río.
Y después repasó uno a uno los centros históricos del turf provincial donde siempre tuvo una destacada participación: Posadas, Leandro N. Alem, Aristóbulo, San Javier, Santa María.
“Hace no muchos años se construyó la cancha de turf más importante de la actualidad, la de Aldo Prette, cerca del balneario Itacaruaré, uno de los dos hipódromos que cuentan con habilitación. El otro está en Leandro N. Alem. Todos los años vamos ahí”, dijo con melancolía por el fin abrupto que tuvieron las canchas en El Soberbio.
Actualmente, una comisión de agrupaciones gauchas impulsa la reapertura del deporte, tanto en El Soberbio como en Aristóbulo del Valle, donde, de un día para el otro y sin ningún hecho puntual que lo haya motivado, la policía ya no brindó la habilitación correspondiente.
Hoy en día, hay actividad de rienda para jóvenes y grandes en San Vicente, como el campo de Marco Suárez y otros campos privados.
“Hubo muchos colonos que, con la plata del tabaco, se compraron un buen caballo”.

Cría, respeto y compromiso animal
En un momento donde el cuidado animal se discute con fuerza, por los escandalosos casos de maltrato animal, Don Marino no esquivó la cuestión: “Nosotros tenemos una idea de pasar tiempo y divertirnos, jamás de maltratar o dañar nuestros animales que son parte nuestra. Cualquier veterinario puede venir a ver nuestros caballitos, bien vitaminados, bien atendidos”.
“Todos duermen en caballerizas confortables, en sus comederos no falta el buen alimento, el agua fresca y presencia constante de sus atentos cuidadores”, finalizó.





