Colaboración: Francisco Pascual y Martín Ghisio
En las chacras de Misiones, donde se cultiva la mayor parte de la yerba mate del país, un ejército de pequeños aliados trabaja silenciosamente. No tienen nombre para la mayoría de las personas, pero cumplen un rol fundamental: controlar las plagas que afectan al cultivo. Vaquitas, chinches, martincitos, libélulas, crisopas, microavispas y hasta mantis religiosas son parte de esta biodiversidad poco conocida que actúa en el sistema yerbatero.
Un reciente trabajo de investigación liderado por la licenciada Diana Ohashi y la ingeniera agrónoma Sofía Ayala, de INTA Cerro Azul, busca justamente darles visibilidad. A través de observaciones sistemáticas en yerbales y un exhaustivo registro fotográfico, las investigadoras identificaron y clasificaron a los principales enemigos naturales presentes en los sistemas productivos.
“Desde que comencé a trabajar en INTA vengo observando organismos benéficos en distintos cultivos. En la yerba mate, empezamos a registrar su presencia de forma sistemática a partir de la tesis doctoral de Sofía, en 2021”, comenta Ohashi. El resultado fue publicado recientemente como parte de la Miscelánea Técnica N° 82, una guía visual y descriptiva de los insectos que ayudan a regular las plagas más comunes de la yerba mate que puede descargarse en forma gratuita desde el repositorio digital de INTA.
Plagas comunes
Las principales plagas que afectan al cultivo incluyen al rulo de la yerba mate (Gyropsylla spegazziniana), el taladro o kiritó (Hedypathes betulinus) y el marandová (Perigonia lusca). Cada una de ellas presenta un grupo de predadores y parasitoides.
Por ejemplo, las larvas de sírfidos -conocidas popularmente como martincitos- se alimentan de las formas juveniles del rulo dentro de las agallas. Chinches, crisopas y libélulas, en cambio, atacan a los adultos. Las chinches benéficas, también llamadas vinchucas predadoras, se alimentan del kiritó y del marandová. Incluso, pequeñas avispitas parasitoides pueden encontrarse actuando sobre las larvas del marandová, mostrando la complejidad de interacciones que coexisten en los yerbales.
“Es fundamental identificar correctamente si lo que vemos en el cultivo es una plaga o un enemigo natural. Esa información es clave para definir estrategias de manejo integrado que brinden condiciones para la presencia y acción de los enemigos naturales”, señala Ayala.
Diversidad que protege
Entre los insectos más visibles están las vaquitas benéficas (escarabajos de colores brillantes), pero también hay otros más discretos como las larvas de crisopas o las microavispas parasitoides. Todos ellos tienen en común su rol predador o parasitario sobre insectos plaga, lo que los convierte en aliados del productor.
Sin embargo, su presencia no es azarosa. Diversidad vegetal, presencia de refugios y fuentes alternativas de alimento, son factores para que estos organismos puedan instalarse y cumplir su función. “Por eso es tan importante conservar la cobertura natural, evitar el desmalezado excesivo y reducir el uso indiscriminado de agroquímicos”, explican las investigadoras.
Una mirada integrada
Uno de los principales errores en el manejo de plagas -según las autoras- es pensar el cultivo de manera aislada. La yerba mate forma parte de un sistema donde interactúan plantas, insectos, suelo y clima. Cualquier intervención que afecte a uno de estos componentes puede desbalancear el conjunto. “Usar agroquímicos sin criterio o eliminar toda la vegetación acompañante rompe ese equilibrio y puede incluso agravar los problemas sanitarios en lugar de resolverlos”, afirman.
El trabajo del INTA busca revertir esa lógica. Al brindar herramientas de reconocimiento de insectos benéficos, esperan motivar a productores, técnicos y estudiantes a observar más detenidamente lo que ocurre en las chacras. A su vez, invitan a incorporar prácticas que fomenten la biodiversidad.

Una línea de trabajo
Actualmente, el equipo continúa investigando nuevas especies y su rol en el control biológico, incluyendo a las arañas predadoras, además siguen trabajando en actividades de capacitación para compartir estos conocimientos con el sector productivo y científico académico.
El mensaje de fondo es claro: proteger la biodiversidad es también proteger el cultivo. En un contexto donde se buscan alternativas más sostenibles para la producción agropecuaria, estos pequeños aliados podrían marcar la diferencia.





