Aunque el hallazgo de microplásticos en el río Paraná ya fue confirmado semanas atrás por un estudio pionero en Misiones, la pregunta clave sigue vigente: ¿Debemos preocuparnos? Para Natasha Schvezov, investigadora del CONICET, la respuesta es un claro “sí”, no con fines alarmistas, sino como llamado a la conciencia ambiental.
“Estas micropartículas están en todos los lugares. No se trata de decir ‘no podemos tomar agua’, pero sí de empezar a concientizarnos”, sostuvo la licenciada en Química y doctora en Biología, que trabaja como docente en la Facultad de Ciencias Exactas de la UNaM y lleva adelante una investigación sin financiamiento externo.
Tal como ocurre en las transmisiones en vivo de los científicos e investigadores a borde del buque Falkor (too) en la investigación del CONICET y el Schmidt Ocean Institute desde el fondo del atlántico,en Misiones, una investigadora da un paso firme para entender y visibilizar una amenaza que preocupa al planeta y ya no es ajena para los cursos de agua de la tierra colorada, los microplásticos.
El estudio en el que trabaja Natasha Schvezov, licenciada en Química, doctora en Biología, docente de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNaM e investigadora asistente del CONICET, reveló la presencia de estos contaminantes plásticos invisibles en distintas localidades de la provincia, incluso en zonas de escasa actividad humana.
“Hace unos años que estoy trabajando acá en la Facultad de Ciencias Exactas en la UNaM y estoy analizando tanto muestras de aguas del río Paraná como de algunos arroyos”, explicó Schvezov. Las zonas relevadas incluyen el Arroyo Carpincho, la Reserva Ita, la desembocadura del Zaimán, Monte Kolping (playita de Villa Cabello), Costa Sur, en Posadas; el arroyo y la playa de Garupá; Playa Paraíso y Santa Cecilia, en Candelaria; y Puerto Cazador, en Corpus.

“Lo que estamos encontrando es que hay presencia de microplásticos en el agua, en todos los sitios”, sentenció. Según la investigadora, los niveles detectados son similares a los hallados en otras regiones del país, como la Cuenca del Río de la Plata o Córdoba, aunque no tan alarmantes como los registrados en grandes ciudades de Asia o Brasil. Lo más llamativo fue su aparición en zonas poco pobladas: “Tanto acá en Posadas como en la zona de Corpus encontramos números que son cercanos, y estamos hablando de zonas en las que no hay una actividad antropogénica muy alta. Es decir, no importa dónde estemos, encontramos. Allí no hay mucha gente viviendo, lo poco que hay son actividades pesqueras”.
Esta investigación marca un hito para la ciencia argentina en Misiones, una de las regiones más biodiversa del país, siendo el primer estudio de esta índole en la provincia. “Aquí, en esta zona del río, es la primera vez que se hace un estudio de este tipo”, aseguró Schvezov, que regresó a su provincia natal tras completar su formación académica fuera de la región. “Yo me crié acá y me fui a otro lugar a estudiar, hice mi doctorado en Biología. Hace casi 10 años volví a Misiones con la idea de estudiar y de investigar en esta zona”, recordó. “Ingresé al CONICET hace un par de años y también trabajo en la Facultad de Exactas hace ya unos cuantos años. Soy profesora de varias carreras”.
A pesar de que la problemática en cuestión es sumamente delicada, este proyecto tiene como eje, el diagnóstico: “Uno no puede saber para dónde va si no sabe dónde está. Entonces, la primer parte de este proyecto es justamente ver en qué situación estamos, qué tenemos, qué no tenemos, y a partir de ahí ver qué podemos hacer y hacia dónde vamos”.
¿Qué son exactamente los microplásticos y cómo los detecta?
Según explicó Schvezov, se trata de partículas menores a cinco milímetros, prácticamente imperceptibles a simple vista. “El proceso que seguimos es: tomar la muestra, por ahora fueron solo de agua, hago todo un proceso químico para que me queden solo los plásticos y luego, bajo la lupa, voy contando y viendo qué tipo de plásticos hay”, explicó la científica. “En una primera instancia observamos el color, el tamaño y la forma. Podemos decir: ‘es una fibra’, ‘es un fragmento’ o ‘es una cápsula (pellet)’”.
Las fibras son las que más se repiten, debido a que están presentes en una gran mayoría de productos: “Provienen principalmente de nuestra ropa. Hoy en día muy pocas personas usamos 100% algodón. La mayoría de las prendas contienen poliéster u otro tipo de plástico, y eso termina en el ambiente”, advirtió. “Cada lavado, cada uso, va desprendiendo pequeñas fibras que terminan en el ambiente”.
También identificaron films y fragmentos. “El film es la bolsita de basura que todos conocemos. Esos plásticos, principalmente, provienen de la basura que queda en el ambiente. Son de plásticos mayores que se van degradando en partículas más pequeñas”.

Microplásticos en animales
La investigación no se limita al agua. El equipo también comenzó a estudiar cómo estos plásticos afectan a la fauna local. “Estamos analizando anuros, ranas y sapos, en varias especies, y también tenemos algunas muestras de peces. Pero eso todavía está en proceso de análisis”, detalló. Si bien aún no se cuenta con datos locales sobre los efectos de estos residuos, las investigaciones globales ya han documentado impactos concretos. “Se ha visto que estos microplásticos afectan a las larvas de peces, de ranas, también a peces adultos y a distintas especies de flora. En plantas ya se comprobó que están afectando”.
¿Debemos preocuparnos?: “Yo creo que sí, es para preocuparnos a nivel local. No para alarmar ni decir ‘no podemos tomar agua’, pero sí para empezar a concientizarnos de que estas micropartículas están en todos los lugares”, afirmó. Y agregó: “Por ahora no hay tecnología que pueda remover estos microplásticos. A nivel mundial lo que se está viendo es que la manera de tratar de disminuir este problema es generar menos basura. Es la única que queda”.
Para Schvezov, reducir el consumo y los residuos plásticos exige un cambio cultural profundo, aunque reconoce las dificultades: “A mí también me cuesta. A veces me olvido la bolsita de tela y tengo que pedir una de plástico. Pero con pequeños actos podemos empezar a reducir la basura”.
Consultada sobre el futuro de esta problemática, respondió con cautela: “Hoy tenemos niveles bajos, podríamos decir. Pero hay que tener en cuenta que el río Paraná es un sistema que compartimos con otros países. Se usa para actividades turísticas, pesqueras, urbanas… Cuanto antes empecemos a concientizarnos del problema, mejor”.
Actualmente trabaja en red con investigadoras de La Plata y proyecta articular a futuro con equipos de otras provincias y países.

La ciencia argentina, a pulmón
Esta investigación, de suma importancia para no solo el cuidado del medio ambiente, sino la salud y vida humana, representa otra respuesta a constante asedio y desprestigio impulsado desde el seno del Gobierno nacional, para con la ciencia argentina. En este sentido, la falta de financiamiento del sector a nivel nacional es total y esta nueva investigación, lo demuestra.
“Esto es puramente hecho acá en Argentina, y hoy día yo no cuento con financiamiento actualmente para hacer esta investigación”, expresó. Pese a su cargo como investigadora del CONICET y docente universitaria, muchas de las muestras, análisis y recursos técnicos que utiliza salen de su propio bolsillo. “Hoy estoy poniendo de mi bolsillo, es tanta la pasión y el interés que tengo en la ciencia que estoy poniendo de mi propio bolsillo para poder seguir adelante con estos proyectos”, reconoció.
Por último, Natasha se animó a dejar un mensaje para la sociedad en general respecto a la creciente problemática de los microplásticos. “Hay que hacer menos basura, es lo único que queda, no es solamente reciclar, sino que uno mismo tiene que empezar a pensar y a concientizarse de que de que no nos hace falta tanto plástico en nuestra vida. Para explicar realmente que tan grave es el problema, hay una frase que dice ‘hay más microplásticos que estrellas en el cielo hoy en día, en el mundo’, eso creo que es algo que realmente te deja pensando y te choca”, cerró.




