El posadeño y barista profesional,Santiago Martínez, conquistó la cima del podio durante la regional del Litoral del Campeonato Nacional de Café Filtrado y puso a Misiones en lo más alto del mapa cafetero del país. Ya de regreso a la tierra colorada contó a PRIMERA EDICIÓN que se impuso entre los competidores con su receta ajustada a contrarreloj y mucha pasión por el café de especialidad.
“La competencia consistió en preparar una infusión de café filtrado, una bebida más liviana pero con más cafeína, porque el café tiene mayor contacto con el agua”, explicó.
El método en cuestión se llama Aeropress, y se utiliza una cafetera que parece una jeringa gigante, inventada en 2004 por Alan Adler. Su practicidad y durabilidad la convirtieron en una aliada ideal para quienes aman preparar café artesanal.
“La clave está en controlar variables como la temperatura del agua, la molienda y el tiempo de contacto entre el café y el agua. Eso cambia todo”, señaló Santiago concentrado en explicar los aspectos de su especialidad es el filtrado invertido: una técnica que implica dar vuelta la Aeropress para que la infusión se asiente y luego se presione, lo que permite extraer sabores intensos.
Para llegar al podio, Santiago tuvo que atravesar una serie de desafíos que bien podrían haberlo desmotivado pero lo impulsaron más. Primero compitió en la regional de La Plata, sin suerte. Pero no se rindió. Decidió intentarlo en Rosario, plaza clave que reunió a competidores de Misiones, Corrientes, Chaco, Formosa, Entre Ríos y Santa Fe.
A diferencia de otros baristas que recibieron con anticipación el café a utilizar -tostado especialmente para el evento-, Santiago no tuvo ese privilegio.
“Llegué a Rosario a las 6 de la mañana, la competencia empezaba a las 9. Encima el amigo que me dio alojamiento no tenía luz. Preparé mi receta con linterna”, recordó.
Y aun así, logró imponerse. Su secreto fue seleccionar a mano los granos más brillantes y ajustar con precisión la temperatura del agua.
“Fui el único que eligió sus granos, no agarré lo primero que había. Eso me permitió obtener una bebida con más definición y equilibrio”.
El formato del certamen es tan riguroso como simple: tres competidores preparan su receta en simultáneo, tienen cinco minutos. Si no terminan en ese lapso, quedan fuera. Los jueces prueban a ciegas y eligen cuál pasa a otra ronda.

“En cuartos de final se me abrió la Aeropress y tiré medio café arriba de la mesa. Igual llegué justo con el mínimo de mililitros requeridos. Fue todo muy justo, muy al límite”, relató con la adrenalina todavía presente. Y en la final, montada sobre un escenario al aire libre con calles cortadas, sumó otra dificultad inesperada: “La mesa se movía, y la balanza no marcaba bien. Tuve que confiar en mi intuición”.
“Fue todo tan intenso que recién al otro día me di cuenta de que en el ramo de flores que me dieron había una flor de Amancay. Es una flor de los Andes, que según la leyenda representa el amor desinteresado. Para mí simbolizó todo el esfuerzo que puse para llegar”, cerró.





