En un contexto social cada vez más atravesado por la violencia y la indiferencia, se multiplican las señales de alerta dentro de las escuelas. Arístides Álvarez, presidente de la ONG «Si nos reímos, nos reímos todos», advirtió que combatir el bullying se vuelve cada día más difícil. A pesar de ciertos avances en materia de visibilización y denuncia, el entorno cultural y familiar sigue reproduciendo lógicas de exclusión, maltrato y discriminación que luego se replican en el aula.
Desde su experiencia como exdirector de escuela y actual referente en temas de convivencia escolar, Álvarez remarcó que hoy existe una mayor predisposición a hablar del tema, pero también un aumento de los conflictos vinculados a la intolerancia. Explicó que los niños y adolescentes no llegan a la escuela como una hoja en blanco, sino que absorben actitudes que ven en sus casas y en los discursos públicos. Aseguró que cuando los chicos conviven en un espacio común como el aula, donde se comparten desde materiales hasta vínculos, las diferencias individuales quedan expuestas y muchas veces se transforman en blanco de ataques.
El especialista recordó un caso que vivió como directivo: una madre se presentó para pedir que se expulsara a una alumna que se hacía sus necesidades en clase. Lo que la mujer no sabía era que la niña atravesaba un proceso terapéutico por una situación familiar delicada. Para Álvarez, esta anécdota resume la falta de empatía con la que muchas veces se aborda la diversidad.
En diálogo con FM de las Misiones, también cuestionó prácticas naturalizadas entre pares que en realidad esconden violencia simbólica o directa. Uno de los ejemplos que mencionó es el de “bautizar” las zapatillas nuevas de un compañero. En lugar de celebrar lo nuevo, algunos chicos optan por pisarlas, ensuciarlas o incluso romperlas. Dijo que “en vez de admirar, envidiamos” y aseguró que “estas cosas se maman, no se nacen con eso”.
En cuanto al rol de los adultos, sostuvo que la escuela sigue siendo el lugar por excelencia para trabajar estos conflictos, pero necesita del compromiso activo de las familias. Además, planteó que los docentes deben estar bien tratados, reconocidos y comprometidos con su tarea. Subrayó que sin vocación y sin respaldo institucional es imposible construir espacios educativos verdaderamente inclusivos.
Consultado sobre la influencia de los discursos políticos en la convivencia escolar, fue categórico. Se mostró apenado y avergonzado por algunas expresiones del presidente de la Nación y recordó un episodio en el que dos alumnos se descompensaron durante un acto oficial y el mandatario respondió con un chiste desafortunado. Rechazó la lógica del agravio y la burla desde el poder. “Un presidente que agrede a un chico por su discapacidad es horrible”, afirmó, al tiempo que pidió que no se normalicen esos comportamientos ni desde las redes sociales ni desde los estrados.
Desde su mirada, las campañas de prevención hoy resultan insuficientes. Dijo que el número de casos crece y que los datos oficiales así lo reflejan. En la última prueba Aprender, el porcentaje de estudiantes que reconoció haber sido víctima de bullying aumentó un 50% en relación a la edición anterior. “Lo que hay que hacer es hablar del tema y no esconderlo. Si pasa en tu escuela, hablalo”, pidió.

Reclamó además que se destinen recursos concretos a la prevención dentro del sistema educativo. Denunció que muchas veces las intervenciones estatales llegan cuando el daño ya está hecho. “Se accede a una escuela cuando el problema ya explotó o llegó a los medios. No puede ser así”, expresó. Y remarcó que, como en otras problemáticas, lo central debe ser siempre el trabajo previo.
Sobre el impacto en la salud mental de las víctimas, señaló que el problema se ha agravado entre los adolescentes. Mencionó que los casos de frustración extrema y suicidio han aumentado, aunque todavía se hable poco del tema por temor o prejuicio.
A la vez, lamentó que no todas las escuelas cuenten con gabinetes psicopedagógicos para intervenir. Explicó que, por falta de presupuesto, muchos establecimientos no pueden contratar profesionales especializados, y que en muchos casos las horas de psicólogos o psicopedagogos no están contempladas en las plantas funcionales. Dijo que algunas instituciones logran mantener ese recurso gracias a cooperadoras o aportes legislativos, pero que no hay una política pública nacional que garantice ese acceso de manera universal. A su juicio, el Estado se ha ido retirando progresivamente de ese frente.
Finalmente, pidió coherencia entre el discurso político y la acción. Cuestionó que todos los candidatos hablen de educación en campaña y luego no hagan nada al respecto cuando asumen funciones.







