La cotización del dólar volvió a encender las alarmas en el mercado argentino. Este jueves, la divisa oficial alcanza los $1.365 en el Banco Nación, una suba de 35 pesos en un solo día, que la llevó a marcar un nuevo máximo histórico. Mientras tanto, el dólar blue se ubicó en $1.335, con un alza de 15 pesos, y los tipos financieros también mostraron saltos: el contado con liquidación (CCL) subió a $1.342 y el MEP tocó los $1.344. En el segmento mayorista, el tipo de cambio se ofreció a $1.350, confirmando la tendencia alcista generalizada.
El repunte se produce en un contexto de fuerte inestabilidad monetaria, que dejó al dólar por encima del centro de la banda cambiaria y a las tasas de interés sin rumbo definido. Según especialistas, el detonante fue el reciente vencimiento de las LEFIs (Letras de Estabilización Financiera), que generó un desajuste abrupto en la liquidez del sistema. En los días posteriores, la falta de intervención del Banco Central como garante del equilibrio acentuó los desequilibrios.
Analistas advirtieron que la política de tasas endógenas aplicada desde julio, que elimina los pisos o techos de referencia, dejó al sistema sin herramientas para amortiguar shocks. El esquema depende exclusivamente de metas sobre agregados monetarios, lo que expone al mercado a oscilaciones extremas. “Sin un mecanismo estabilizador, el dólar actúa como válvula de escape cada vez que hay un desequilibrio”, señalaron desde la consultora 1816.

El desorden monetario fue evidente tras la licitación fuera de calendario del Tesoro, que absorbió gran parte del excedente de pesos y provocó una brusca reversión en las tasas de interés. La tasa a un día llegó a caer hasta el 12%, para luego dispararse al 61% por la escasez de liquidez. Este vaivén generó sobresaltos tanto en las cauciones como en el mercado cambiario, reactivando la demanda de cobertura ante la imprevisibilidad del sistema.
Desde Grupo IEB explicaron que el vencimiento de LEFIs se resolvió de la manera más caótica posible. Aunque el sistema disponía de fondos para cubrir los compromisos, los bancos decidieron integrar encajes en exceso, generando un sobre-encaje de casi $5 billones. La reacción prudente a nivel individual terminó provocando un desbalance sistémico que potenció la volatilidad.
En ese marco, los efectos no tardaron en trasladarse a otras variables. Las tasas de adelantos en cuenta corriente escalaron hasta superar el 86% anual, complicando el acceso al crédito de corto plazo para empresas. La suba fue de casi 50 puntos en comparación con la semana anterior, lo que amenaza con frenar la incipiente recuperación de sectores productivos.
A pesar de estos sobresaltos, algunos operadores detectaron señales de reacomodamiento. Hacia el cierre de la semana, las condiciones del mercado comenzaron a favorecer nuevamente el carry trade, con tasas aún altas y expectativas de inflación contenidas. Sin embargo, coincidieron en que esta aparente calma es frágil y podría revertirse en cualquier momento ante la falta de previsibilidad.
La ausencia de lineamientos firmes del Banco Central fue uno de los aspectos más cuestionados. En junio, el organismo insinuó que podría intervenir para establecer bandas o referencias mínimas, pero en los hechos optó por retirarse del mercado, incluso en episodios clave como el salto de tasas del 22 de julio. Esa actitud dispar representó un factor de incertidumbre adicional.
Para los inversores, las contradicciones entre el BCRA y el Tesoro, sumadas a las modificaciones en los encajes exigidos a los fondos monetarios, incrementaron el nivel de especulación en las licitaciones. Parte del alza en tasas se originó en apuestas agresivas de grandes jugadores que aprovecharon la falta de regulación como una oportunidad para obtener ganancias rápidas.
En paralelo, los fondos comunes de inversión enfrentaron rescates significativos, mientras las tesorerías corporativas se vieron forzadas a redefinir sus estrategias ante la creciente inestabilidad. La presión sobre el dólar volvió a escalar y, según los analistas, mientras no se consolide una hoja de ruta clara, episodios similares podrían repetirse.
El supuesto ancla del esquema, el M2 privado transaccional, también mostró fisuras. El primer test de metas, realizado en junio, arrojó un desvío negativo de $1,8 billones, lo que evidenció las dificultades para sostener una trayectoria monetaria coherente en el nuevo régimen.






