Después de más de tres años sin rastros, el yaguareté volvió a dejar su huella en el Valle del Cuña Pirú. A principios de julio, monitoreadores de la Red Yaguareté hallaron pisadas frescas en una picada de la zona y, días después, nuevos registros confirmaron la noticia: el gran depredador volvió a caminar por las sierras de Aristóbulo del Valle, Ruiz de Montoya y sus alrededores.
La última presencia confirmada había sido la del macho dominante Amboty, registrado en 209 ocasiones por cámaras trampa entre 2019 y 2022. Pero en junio de ese año, su rastro desapareció de forma abrupta. Desde entonces, ni él ni otro ejemplar ocuparon su lugar, rompiendo un proceso natural de recambio que se había mantenido activo durante años.
Este avistamiento se suma a la primicia que publicó PRIMERA EDICIÓN días atrás con el nacimiento de un nuevo yaguareté en la selva misionera, cachorro de Kunumí, que fue registrado por cámaras trampa en la zona norte. El ejemplar nacido en libertad representa un hecho histórico en la preservación de estos ejemplares.
En cuanto a este nuevo registro, Red Yaguareté intensificó sus tareas e el último tiempo con más cámaras, aumentó los rastrillajes, profundizó el contacto con los pobladores y no dejó de buscar. La reciente aparición de huellas rompió con esa larga espera y fue recibida con enorme emoción. “El Valle del Cuña Pirú nuevamente alberga a un yaguareté”, celebraron desde la organización.
Pero el regreso también enciende una señal de alarma, la caza furtiva todavía activa, impune y sin castigos reales sigue siendo una amenaza concreta. “Estamos en estado de alerta máxima. Solo podremos conservar al yaguareté si se eliminan completamente las amenazas que enfrenta”, advirtieron desde la Red. Entre esas amenazas señalan no solo la caza, sino también los atropellamientos en rutas cercanas y la deforestación que aún avanza en zonas críticas. Para sostener esta presencia, exigen medidas urgentes: intervención activa del Ministerio del Agro en todas las propiedades productivas, implementación de acciones de mitigación y la aplicación plena de la Ley de Grandes Felinos.
“El Ministerio de Ecología debe ponerle fin sin contemplaciones a la caza en toda la región. Solo tendremos yaguaretés si se acaban las balas”, remarcaron. El regreso del felino es también una prueba para el modelo de convivencia impulsado en la última década, que logró transformar una relación históricamente conflictiva en una experiencia inédita de articulación entre conservación y producción. “El legado de Mombyry sigue vivo y depende de todos los que amamos a nuestro Tigre Criollo”, concluyen en el comunicado de la organización.
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