
Cuando apenas llegado a Buenos Aires, Ángel Obdulio “Pato” García (80) se disponía a descansar mirando las estrellas, para menguar el calor de un conventillo de Avellaneda, compartía a su amigo Ramón “Lucho” Vera su sueño de viajar a Europa como algo casi imposible de conseguir.
Pero al poco tiempo la vida premió a este hijo dilecto de la Bajada Vieja con giras interminables, amistades entrañables y con una residencia de 38 años en el viejo continente.
Con miles de experiencias, anécdotas guardadas en las retinas, ovaciones a cuestas y la humildad que lo caracteriza, “Pato” asegura haber regresado a su “primer amor” y con su adorada Amanda de Colombia, volvió a habitar en el mismo sitio posadeño que lo vio nacer. El 23 de julio cumplió 80 años y los celebró con música y una reunión popular.

Hijo del jangadero Nicolás García y de Carmen Rafaela Valenzuela y hermano de Norma y Estela, asistía a la Escuela 286 donde con su guitarra tomaba parte de los actos escolares.
A los 14 años su madre lo mandó a la casa de la tía Anselma, en Bernal, Buenos Aires, para que terminara el bachillerato. Su primer trabajo consistió en acompañar a Félix Alberto “Cholo” Aguirre, un cantante muy famoso, autor de temas como “Río rebelde”, “Río manso”, que eran éxito en los festivales.
En 1967 el músico paraguayo Pedro Ortega lo invitó a viajar a Europa después de escucharlo tocar la guitarra. Era la gran oportunidad.

“Dijo que iba a Asunción a visitar a sus parientes y que a su regreso lo esperara con el pasaporte. Cuando le conté a mamá, se largó a llorar. Pero le dije que era por poquito tiempo, por dos años, y me quedé viviendo 38”, mencionó.
Así, tras 17 días en barco, llegaron a Italia, y los pocos días consiguió en Zurich, Suiza, el primer trabajo con Ortega. En invierno hicieron base en Saint Moritz, donde ofrecían folclore, boleros, canciones mexicanas, valses peruanos y guaranias y donde una de las primeras contrataciones llegó por parte de Christina Onassis, la hija de Aristóteles.
Tres años después, “Pato” se radicó en Roma donde fue el ganador del Festival Mundial de Guitarras (la copa se exhibe junto a un sinúmero de fotos y de reconocimientos en el museo que se está gestando en su casa).

Enseguida surgió un contrato para ir a Teherán, Irán. En su primera actuación recibió la visita del embajador argentino, que lo invitó a tomar mate a la Embajada. “
Me contó que había un cantor argentino y que le parecía que era de Misiones. Me picó la curiosidad. Tomé un taxi, fui al restaurante y esperé que saliera a escena. Era Ramón Ayala”, con quien ya se había conocido en Buenos Aires.
Casi al mismo momento, recibió una carta Luis Alberto del Paraná (Luis Osmer Meza), que era el cantante latino más reconocido en toda Europa, en la que le proponía formar parte de su conjunto. Lo esperaba en Hamburgo en la última actuación en la ciudad.
“Me recibió y me dijo que al día siguiente iríamos a Estocolmo, Suecia. Pregunté por el ensayo, a lo que respondió que ese sería mi debut y que yo sabía su repertorio. Me tenía confianza. Me defendí bien. Empezó la gira, después de Estocolmo fuimos a Dinamarca, Noruega, Escandinavia. Para mí era todo maravilloso, todo nuevo. Era como jugar en la Selección”.
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Juntos trabajaron en los mejores teatros del mundo: Royal Albert Hall (Londres), la Filarmónica de Berlín, el Bolshoi, de Moscú. Viajaron por Japón -se cruzaron con el Trío Los Panchos, Eduardo Falú y Raphael- Hong Kong, China, Kuala Lumpur, Malasia, Filipinas. “Fue una tremenda experiencia. Después de la Unión Soviética y, a dos días de regresar a Londres, Luis Alberto del Paraná, falleció, con apenas 48 años.
Seguí con su hermano Reynaldo Meza”, rememoró, quien destacó que hay muchos buenos músicos en Misiones. “Siempre digo que hay que perseverar, seguir estudiando, superarse día a día y siempre por humildad. Tengo muy buenos amigos músicos que siempre me pasan a saludar, porque mi casa está abierta a todos”, aseguró.
En 1975 se fue a vivir a Los Ángeles, donde le propusieron hacer la campaña para presidente estadounidense Ronald Reagan. “Me mandó el avión privado y fuimos hasta el rancho de San Francisco. Le gustó mi actuación y me llevó al show de Mervyn ‘Merv’ Griffin, uno de los mejores presentadores en el Caesar’s Palace de Las Vegas. Me presentó al cantante Samuel ‘Sammy’ Davis Jr. y me llevó al show del comediante y actor Jerry Lewis”, expresó.

En 1980 conoció al cantante griego Demis Roussos que tenía una gira por Sudamérica e invitó a “Pato” acompañarlo por Argentina. “Lo acompañaba con la guitarra en una canción de Atahualpa Yupanqui que se había aprendido (Caminito del Indio), y en una griega. Después, me retiraba a tocar con la orquesta integrada por 17 músicos”, acotó, mientras recibía mediante videollamada una serenata de Andrés Pérez, de Asunción, Paraguay, en la previa de su cumpleaños.
La vuelta al mundo
En 1972 regresó a Misiones y pasó por la Bajada Vieja y vio que estaba en venta el terreno que albergaba al ranchito en el que había nacido. “Tenía dinero en el bolsillo y lo compré de inmediato. Le conté a mamá, que estaba en Buenos Aires, y se puso feliz”, dijo.
Además, sostuvo que “volver a este lugar es maravilloso porque cumplí el sueño de mi vida. Nací aquí y dije que algún día volvería. Fui a Europa por 2 años y viví 38. Una vez que se vendía el terreno, fui a comprarlo y construí mi casa. Volví al amor de mi vida, a la Bajada Vieja”.

Confió que, con cuadernito de anotaciones debajo el brazo, el gran Ramón Ayala solía pasar a verlo y a tomar un té. “Se lo extraña mucho, estuve con él una semana antes de su partida, me pasó su guitarra de ocho cuerdas y pidió que le cantara una canción. Estaba emocionado”, relató con nostalgia.
A otro que extraña es a Sandro, con quien compartía el “asadito”. En una ocasión “me dijo: ‘soy bastante conocido en Latinoamérica, pero, llegar hasta donde llegaste, a codearte con príncipes, reyes, presidentes de todo el mundo, es sorprendente. Ningún artista argentino tendrá la oportunidad de hacer lo que hiciste’. Era una bellísima persona, sentí mucho su muerte”.
Entre las tantas anécdotas, para las que son necesarias muchas páginas, citó una que ocurrió mientras permanecía en la Isla de Capri, Italia, donde el dueño del hotel Quisisana, le preguntó si se animaba a cantar una canción en griego.
“Le contesté que hablaba en inglés, francés, alemán, italiano, pero que griego no sabía. ‘Te voy a traer el disco y quiero que cantes una canción que ahí figura’. En dos días ya la sabía. Vino el personaje a quien tenía que cantar y era Aristóteles Onassis. Como nos vio con el poncho dijo, ‘¿son argentinos, muchachos? ¿Porqué? no me cantan un par de tangos de Gardel’. Y nunca le pude cantar la canción que había aprendido para él. Todavía la recuerdo”, expresó, mientras comenzaba a entonarla en un perfecto griego.

Juntos a la par
Con “Amanda de Colombia”, su amada esposa y pilar fundamental en esta “travesía”, se conocieron en 1972, en Hamburgo. Recordó que ella vino a ver al grupo y que charlaron “mientras firmábamos autógrafos. Fue una amistad muy linda. Cada vez que iba a Hamburgo la visitaba. Con el tiempo fuimos a vivir a Munich, al sur de Alemania, donde el clima era mucho mejor, menos frío. Allí nacieron nuestros hijos: Miguel ‘Patito’ García y Luis Alberto García -además de Carmen Lucía-, y en ese lugar vivimos seis años”, comentó. En una oportunidad, la trajo a Posadas “para ver si le gustaría vivir aquí porque yo tenía intenciones de volver. Le gustó el paisaje, el ambiente. ‘Se parece mucho a Colombia’, me dijo. Decidimos venir a vivir cuando los niños tenían 3 y 5 años. Seguí viajando porque me empezaron a llamar para cantar en los cruceros. Hice cuatro viajes y ya me empecé a aburrir porque eran contratos muy largos y no podía dejar tanto tiempo a la familia”, contó.








