Había noches en las que el único ruido que lo acompañaba era el de la naturaleza y el de sus pensamientos. El camino de tierra, bordeado de monte, no ofrecía más luz que la de la luna. Juan Portillo, con los botines en la mochila y el cuerpo cansado por el entrenamiento, volvía caminando los ochos kilómetros que separaban el Club 25 de Mayo de su casa en Colonia San Alberto Puerto. Lo hacía en silencio, sin quejarse, con una certeza: que ese esfuerzo algún día tendría sentido. Hoy, convertido en refuerzo de River Plate, ese trayecto en penumbras adquiere la dimensión de una epopeya.
Portillo no llegó al Millonario desde Córdoba ni desde Talleres. Lo hizo desde mucho más atrás. Desde una infancia en la tierra colorada misionera, cruzando chacras y caminos rurales para llegar al club donde todo empezó. El que lo vio crecer fue Daniel Monges, su primer entrenador, un hombre que aún hoy se emociona cuando habla de aquel niño flaco y serio que se calzaba la camiseta con la mirada puesta en el horizonte.

Juan nació en Colonia San Alberto Puerto, una zona rural cercana a Puerto Rico, Misiones. Es el segundo jugador surgido del Club 25 de Mayo en llegar a River, después de Ricardo Rojas. Y su historia tiene una raíz común con muchas de las trayectorias que nacen lejos de las luces: el esfuerzo silencioso, el acompañamiento de una familia de valores firmes y la voluntad de no abandonar.
Portillo empezó en una escuelita llamada Asociación Civil 9 de Julio. Tenía ocho años, un cuerpo aún pequeño, una determinación enorme. La escuela, para poder competir a nivel provincial, necesitaba liga y estatuto. El 25 de Mayo abrió sus puertas, las tres categorías se mudaron completas, las formativas quedaron fortalecidas, la historia cambió de nombre pero no de esencia. Isidro Duarte, presidente electo en 2011 y vecino del club, lo vio crecer desde la vereda de enfrente. Recordó campañas perfectas, títulos en infantiles, un grupo unido, una conducción que priorizaba el crecimiento humano. También subrayó algo que lo desborda de orgullo, la familia. Contó “gente muy buena, te digo de corazón, gente muy buena”. Habló de honestidad, trabajo, humildad, palabras que parecen gastadas y sin embargo en su boca recuperan peso específico.
El padre, operador durante décadas en una fábrica de madera, hoy en trámites jubilatorios. La madre, sostén inquebrantable, guía silenciosa, ejemplo cotidiano. Hermanos y hermanas con estudios, profesoras de educación física, obreros de aserradero, estudiantes técnicos. Monges lo definió como un clan rico en valores, respetuoso, disciplinado, con un sentido de la responsabilidad que sorprende a cualquiera.
🛡️⚔️ Portillo y el 𝐌𝐚𝐧𝐭𝐨 𝐒𝐚𝐠𝐫𝐚𝐝𝐨 🤍❤️🤍 pic.twitter.com/akGyBGI6PY
— River Plate (@RiverPlate) July 24, 2025
“Estaba convencido desde chico de lo que quería hacer y a dónde quería llegar”, recordó Monges. Durante seis años fue su formador, su guía, y también su chofer cuando los colectivos dejaron de llegar a la colonia y Juan tenía que regresar solo caminando.
“De esos ocho kilómetros, tres o cuatro eran caminos de tierra en medio del monte. Cuando vi el video de su llegada a River, lo imaginé entrando al Monumental, y pensé: ¿qué miedo le va a tener? Él ya caminó por el monte de noche”, recordó entre lágrimas Monges, quien al enterarse que el chico volvía caminando decidió llevarlo en auto hasta la casa, después de cada práctica, de cada viaje a San Vicente, Oberá o Eldorado.
Quienes lo conocieron en sus primeros pasos coinciden en su carácter: responsable, disciplinado, trabajador. “Era un chico muy respetuoso, se quedaba entrenando más tiempo para mejorar su juego aéreo, su pierna menos hábil”, dijo Monges. Y agregó que “tiene una genética excepcional, pero sobre todo una actitud tremenda para el trabajo”. En aquellos años, jugaba como primer marcador central, lo que tradicionalmente se conoce como número dos, aunque a veces se adaptaba al lateral derecho si le tocaba enfrentar a rivales mayores.
El actual presidente del Club 25 de Mayo, Gustavo Daniel Toledo, recordó que Portillo debutó en la primera del club con apenas 15 años. “Fue en la temporada 2015, después de pasar por la sub-21. Ya se destacaba mucho por su madurez y entrega”, dijo. En ese tiempo, Crucero del Norte comenzaba a asentarse en el fútbol profesional y Juan decidió probar suerte allí, abriendo un nuevo capítulo.

Ahora, Portillo llega a River junto a Matías Galarza Fonda, luego de una negociación extensa con Talleres de Córdoba, que finalmente se cerró en unos 8.5 millones de dólares por ambos. Este jueves por la mañana se realizó la revisión médica y, si no surgen imprevistos, mañana ya estará a disposición del cuerpo técnico en Ezeiza. El refuerzo se suma a Maxi Salas, Juan Fernando Quintero y Alex Woiski en un mercado que River da por cerrado.
El volante misionero, polifuncional y aguerrido, es visto como una pieza importante para completar el esquema de Marcelo Gallardo, que se prepara para los octavos de final de la Copa Libertadores, el 14 de agosto frente a Libertad.
Pero más allá del presente, lo que emociona es el recorrido. “A veces solo vemos dónde está un jugador y olvidamos todo lo que vivió para llegar ahí”, reflexionó Duarte. Monges también lo destacó: “Es muy merecedor de lo que está viviendo. Me emociona, me deja sin palabras. Viene de una familia humilde pero llena de valores. Son buena gente”.
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