Las “malas vibras” en personas y lugares son una experiencia común que muchas veces genera inquietud, pero tiene una explicación para ciertas disciplinas.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN la terapeuta holística y médium, Patricia Méndez aclaró que el concepto de “malas vibras” puede entenderse mejor en términos de vibraciones energéticas bajas. “Generalmente en términos espirituales tratamos de no hacer juicios de bondad o maldad, sino pensar en términos de vibración positiva o negativa”, añadió. Estas vibraciones bajas suelen estar conectadas con emociones como tristeza, enojo, ira, rencor y resentimiento, que a su vez alimentan pensamientos negativos y destructivos.
Esta información energética, que denomina “información cuántica”, crea un campo magnético a nuestro alrededor, y las personas más sensibles pueden percibirla. “Cuando yo entro en contacto con vos, mi cuerpo, que es un vehículo energético, va a percibir tu información”, explicó. Esta percepción no siempre coincide con lo que alguien expresa verbal o físicamente, lo que genera desconcierto y dudas tanto en quien siente la vibración como en quien la emite.
Además de las personas, ciertos lugares pueden acumular vibraciones densas o negativas, fenómeno que se manifiesta en sitios conocidos popularmente como “embrujados” o “malditos”. Patricia destacó que “todo vibra, todo vive” y que incluso los objetos aparentemente inanimados están compuestos por partículas en movimiento constante, aunque imperceptible para nuestros sentidos. En lugares con historia de sufrimiento o conflictos —como hospitales o zonas asociadas a accidentes— la energía densa queda atrapada y se magnifica, alimentada por las emociones y pensamientos de quienes interactúan en esos espacios.

El resultado de esta acumulación energética puede traducirse en sensaciones de angustia, ansiedad, insomnio o miedo, que distintas personas perciben al entrar en esos ambientes. “Hay entidades que son como una condensación energética de algo muy negativo, puede ser un episodio traumático, un conflicto o mucha tristeza e ira”, comenta Patricia. Estas entidades pueden ser percibidas como sombras o presencias que generan malestar.
Frente a esta realidad, Patricia recomendó métodos para “limpiar” o liberar esos espacios. Uno de los consejos más accesibles es usar agua mezclada con sal gruesa, vinagre y agua bendita para trapear, abrir puertas y realizar oraciones que invocan la protección y el retiro de energías negativas. La oración debe estar dirigida a una entidad divina en la que la persona confíe, pidiendo que remueva las vibraciones densas de atrás hacia adelante de la casa o el lugar.
Otra práctica que compartió es la música, especialmente la alabanza cristiana en volumen alto, acompañada de aromatizantes, para crear un ambiente de limpieza y renovación energética. Estas acciones se complementan con la “consagración” o “programación” del lugar, que consiste en afirmar intenciones positivas para el espacio, como que sea un sitio de alegría, paz, abundancia y crecimiento familiar o personal.
“Consagrar la casa o programarla implica pedirle que se ponga al servicio de un propósito, de una intención particular. Es notable cómo la gente percibe que ahora la energía de su lugar está a su disposición, porque en definitiva uno tiene libre albedrío y sobre las cosas inanimadas tiene autoridad y control”, contó Patricia Méndez, enfatizando la importancia del compromiso personal para crear un entorno energético armonioso.
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