Cuando hablamos de emociones como la violencia, el resentimiento, la envidia o la tristeza, solemos pensarlas como algo oscuro, negativo, que conviene esconder o controlar. Pero, ¿qué pasaría si pudiéramos mirarlas con otra luz, literalmente?
La cromoterapia, una disciplina que estudia el impacto terapéutico del color en la mente y el cuerpo, nos ofrece una vía creativa y amorosa para comprender lo que sentimos. Porque cada color tiene una frecuencia vibratoria, y cada emoción también. Al conectarlos conscientemente, podemos desbloquear tensiones, equilibrar el ánimo y acompañar procesos psicológicos profundos.
Violencia: del rojo desbordado al azul que calma
El rojo es vital, pasional, pero cuando se desequilibra puede estimular reacciones agresivas, impulsivas o dominantes. En esos casos, la clave no es evitar el rojo, sino balancearlo con azules suaves o verdes armónicos que calman el sistema nervioso y devuelven la serenidad.
Resentimiento: sanar el corazón herido
Emociones como el resentimiento suelen anclarse en el pasado y teñirse de colores apagados, como burdeos o grises. ¿El antídoto? Trabajar con rosa claro para reconectar con la ternura y verde esmeralda para abrir el corazón al perdón. El color lavanda ayuda a transmutar viejas heridas en aprendizaje.
Envidia: transformarla en inspiración
Aunque el verde suele asociarse a la envidia, es solo un símbolo malinterpretado. La verdadera envidia nace de la desconexión con nuestro propio valor. Por eso, colores como el amarillo solar o el dorado nos ayudan a fortalecer la autoestima y celebrar nuestros logros sin compararnos.
Tristeza: volver a encender la luz
La tristeza pide recogimiento, pero si se estanca, puede volverse gris. En esos momentos, el amarillo es un rayo de sol emocional que invita al movimiento. El naranja estimula la creatividad, y el turquesa libera lo que no podemos decir con palabras.
Apego: soltar sin perder el amor
Cuando el apego se vuelve control o miedo a la pérdida, podemos equilibrarlo con azul celeste, que fomenta el desapego desde la confianza, o verde hoja, que nos enseña a fluir como la naturaleza. El blanco, símbolo de nuevos comienzos, también es un gran aliado.
Los colores no son mágicos, pero sí profundamente simbólicos. Trabajar con ellos desde la conciencia nos permite acompañar procesos emocionales, abrir nuevas miradas y, sobre todo, recordar que no hay emoción mala, solo emociones que esperan ser escuchadas, iluminadas y transformadas.
La cromoterapia no reemplaza el acompañamiento psicológico, pero lo complementa con belleza, creatividad y sentido. Porque a veces, sanar empieza por animarse a mirar el mundo con otros colores.¡Que tengas un hermosa semana!
Gabriela Gómez
Especialista en Cromoterapia
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