La licenciada en enfermería Delia Ester Borovski (57) resumió en “Bodas de Oro. Nostalgia”, las vivencias de más de treinta años de trabajo en el área de neonatología del Hospital SAMIC Oberá. Presentó el escrito en la 48 Feria Provincial del Libro y generó gran interés entre quienes acudieron a escuchar su relato, que tuvo el acompañamiento de la Junta de Estudios Históricos de esta ciudad.
Contó que el sector al que hace alusión en sus páginas, se inició en 1975 con la llegada del Dr. Albino Schiewe (ya fallecido), un obereño que estudió en Córdoba, de donde volvió con el título de pediatra neonatólogo.

“Comenzó a trabajar en el hospital porque quería ser médico de su pueblo, trabajar para su pueblo. Se encontró con que los neonatos eran internados con los pediátricos. Le incomodaba la situación por lo que hizo notas, pedidos, se acercó a la dirección, al Ministerio de Salud Pública, pidiendo una sala de neonatología para el nosocomio”, dijo.
De tanto insistir, le otorgaron el permiso y se comenzaron a preparar dos salas de internación, una para el estar de los médicos y otra para la atención del recién nacido. Se compraron tres incubadoras, cinco cunas, dos lámparas, pero había que formar a las enfermeras. Entonces, el hospital enviaba a profesionales en grupos de a tres para que se especializaran en Córdoba, donde permanecían por varios meses. Se comenzó a hacer la internación y, debido al aumento de los pacientes, se incorporó al equipo a la Dra. Elena Acosta de Schwemberg, que permaneció poco tiempo en el sector. Luego se agregó el Dr. Roberto Riegel. Iba creciendo la población, iban creciendo los pacientes y se necesitaba más profesionales, por lo que el equipo se completó con la Dra. Perla Guayare y la Dra. Delia Archilla.
En 1989 Borovski se recibió de enfermera y comenzó a ejercer en el mismo Hospital SAMIC donde se formó. En 1990 pasó por traumatología, en 1991 la designaron en neonatología y en 2008 fue nombrada enfermera del sector retinopatía del prematuro. “Estaba recién recibida, no sabía nada del área, más allá de la pasantía que hice en el 89. Tanto la enfermera existente como la jefa, ya jubiladas, me recibieron muy bien”, comentó quien en aquel tiempo “tenía que lucir el uniforme blanco, zapatos del mismo color y una cofia sobre la cabeza, sobre un cabello bien recogido”.

Confió que por la sala de neonatología solamente circulaba la enfermera y el médico. Los padres, que querían ver a sus bebés debían hacerlo a través de un vidrio transparente. “Se corría una cortina y se los mostraba. El médico salía diariamente al pasillo para dar el informe. Cuando queríamos salir afuera de la sala, teníamos que cubrirnos con una bata. Eran tiempos en los que no había pañales descartables, se usaban de tela. A las 5.30 pasaba personal del lavadero para recogerlos y llevarlos a lavar. Eran montículos y montículos”, expresó la madre de Carla, Anabela, Belén y Santiago Víctor Jesús.
Otra de las “hazañas” era hervir las jeringas de vidrio y las agujas de metal en una ollita que estaba en ebullición sobre el anafe. “Con mucho cuidado debíamos sacarlas con una pinza para no quemarnos y las colocábamos sobre un campo estéril para que se enfriara. Después había que armar las jeringas para poder hacer la medicación”.
Contó que se usaban los cilindros de oxígeno que muchas veces se terminaban por la noche o los fines de semana. “Teníamos a salir al pasillo, lejos, a buscarlos, porque no teníamos un camillero que nos ayudara. Cuando lo traíamos adentro, lo teníamos que vestir con una funda y cambiar el manómetro, el flujo de oxígeno de un tubo a otro, teníamos que manipular con una llave regulable. Muchas veces zafaba la rosca. Una vez el manómetro saltó y le rompió los lentes a una compañera, por suerte no dañó sus ojos. Era peligroso. Cuando el médico indicaba el oxígeno húmedo y tibio, era otro problema. Para eso eran famosas las latas de leche”, agregó quien asistió a la Escuela 84, de Villa Svea, y cursó el secundario en el Centro Polivalente de Arte.
“Era todo manual y a ojo”, aseguró, al tiempo que graficó que, “al mirar al bebé, veíamos el color y entendíamos que le hacía falta más oxígeno. No teníamos saturómetro. Era todo diferente a la actualidad. Hoy por hoy se tira todo al tacho de basura, antes había que lavar y mandar a esterilizar. Fuimos creciendo, progresando y trabajamos con elementos descartables, ya esas cosas no van más”.
En 1996 se comenzó a incorporar la leche materna en el servicio. Con ese fin “se acondicionó un espacio para recibir a las mamás que podían amamantar. Se colocaban una bata estéril, se lavaban las manos y recibían al bebé, pero no pasaban a la sala de internados”.
En su extenso raconto, Borovski, que recibió un reconocimiento por parte de los organizadores, enumeró los avances que se produjeron, sobre todo edilicios, y los cambios que se sucedieron hasta llegar a 2022, cuando se mudaron al nuevo edificio donde el número de enfermeras aumentó a 25. “Es un grupo maravilloso que cada día brinda lo mejor de sí, acompañado de las secretarias, las responsables del lactario y de limpieza”, entre otros tantos colaboradores.

Trabajo y servicio
El jefe del Servicio de Neonatología desde 2022, Dr. Roberto Szulepa, explicó que la historia de “Neo” tiene que ver con la historia de Oberá y de la región. “Cuando comenzó, era muy incipiente en el país. Los médicos debían formarse en Estados Unidos. Aquí, hizo todo un recorrido. Al principio era todo elemental, pero fue mejorando, se fueron perfeccionando cosas. Y lo más importante es que cambió la historia de muchas familias. Está atravesada por muchas historias entretejidas, de las familias y de quienes trabajamos ahí”, subrayó.
Destacó la importancia de la terapia neonatal. “Había que bajar la mortalidad. La historia cuando comienzan los respiradores, mejora la sobrevida de muchísimos chicos”, aseveró.
“Quienes nos sumamos más tarde al equipo, recibimos la transmisión oral de cómo comenzó, cómo fue, pero es importante que quede plasmado en un libro en el que Delia cuenta como parte de su misma historia. La memoria si no se repite, a lo largo de los años se va perdiendo. En Neo se trabaja codo a codo y es imposible tener un buen resultado sin la tarea en equipo. Es un trabajo sostenido, día a día. Siempre creciendo, aprendiendo, estudiando, tratando de dar lo mejor. Tenemos que transmitir nuestras vivencias, experiencias, el amor por lo que hacemos, a las nuevas generaciones. En enfermería es muy palpable eso. Como una generación no solo transmite conocimientos, sino una forma, un estilo de vida, de trabajo”, manifestó el galeno.

Algo inesperado
El Dr. Albino Schiewe, que era “compinche de todos”, tenía una pequeña chacra donde acondicionó una cancha para jugar al fútbol con sus amigos. Se reunían los sábados por la tarde. Un 15 de agosto se descompensó mientras practicaba este deporte y falleció. “Fue algo inesperado que tuvimos que sobrepasar”, recordó con pesar, y añadió que desde la dirección se comenzó a buscar un jefe de servicio, cargo que recayó en la Dra. Perla Guayare, en 1998. “Era una médica muy exigente y quería hacer la terapia neonatal, la ampliación del servicio, la Neo nueva. Se aprobó el proyecto y en 2000 el hospital compró dos respiradores para Neo. Se prepararon los médicos y enfermeras para que comiencen a trabajar en la terapia neonatal”, alegó.












