Una verdadera noche de terror se desató alrededor de las 23:00 del sábado 22 de julio de 2017 en el barrio Nueva Esperanza de Garupá, cuando Juan Carlos Hupan (que entonces tenía 50 años) mató a martillazos su vecino y supuesto amigo Osvaldo Romero (67).
“Discutió en la entrada de la vivienda de calle Pugliese, lo golpeó y arrastró al interior del inmueble y culminó su accionar con un martillo de mango de madera de 29 centímetros de largo, con cabeza de hierro (…) Le propinó seis golpes en la calota craneana, con tanta energía que le provocó múltiples fracturas en minutas (fragmentos sueltos y desplazados) con hundimiento y deformación por efecto cascanueces, que generaron contusión cerebral y politraumatismos gravísimos que desencadenaron el óbito”.
Así describió la escena la investigación judicial que desembocó, en septiembre del año siguiente, en un juicio abreviado y una condena a 9 años de prisión por “homicidio calificado por ensañamiento”.

Osvaldo Romero era un changarín de labores pesadas. Cavaba pozos, rompía piedras y se las arreglaba para todo tipo de labor de albañilería.
Hupan le destrozó la cabeza como brutal desenlace de una discusión y pelea en la calle. Era su amigo y prácticamente familiar, ya que su hija de 17 años convivía con un pariente directo del atacante.
El encono se desató días previos al dramático final: Romero habría pretendido ampliar su vivienda de mampostería en el asentamiento La Esperanza, en el paraje Santa Inés de Garupá. Y la determinación la habría tomado sin importarle que el predio, sobre el que iba avanzar correspondía a la casa que cuidaba su amigo Hupan, oriundo de Campo Grande.
No habría entendido razones Romero, y se especula que su intención se transformó en obsesión, una insistencia que derivó en seguidilla de advertencias y reproches porque el sospechoso no le permitía la obra a la persona con la que compartió techo cuando decidió mudarse a Garupá.
Romero increpó a Hupan, discutieron en tono elevado, se insultaron y tomaron a golpes de puño, y su habitual compañero de tragos desmayó a golpes al changarín, lo arrastró hasta el interior de la pequeña vivienda, tomó el martillo y concluyó el ataque.









