Un vendedor publicó en línea una oferta inusual que despertó la atención de coleccionistas y curiosos: monedas argentinas de $1, $2 y $5, usadas y con propiedades imantadas, por las que pide 10 millones de pesos en efectivo.
Según el anuncio, se trata de piezas de níquel emitidas por el Banco Central de la República Argentina que, aunque no son conmemorativas, tienen un “valor singular” por su composición y estado.
“Cada moneda, con su distintivo diseño, captura la esencia de la economía argentina”, afirma el oferente, que asegura que la colección representa una oportunidad para quienes “buscan ampliar su acervo cultural y de inversión”.
Además del argumento coleccionista, el vendedor destaca la exclusividad como un plus: “Su estatus añade un atractivo especial, siendo perfectas para quienes valoran la singularidad en sus colecciones”. Y aclara que realiza envíos a todo el país, con despacho los días hábiles y costos de envío determinados por Mercado Envíos.
Aunque no se trata de monedas de edición limitada ni con errores de acuñación —como suele ocurrir en piezas buscadas por numismáticos—, el hecho de que sean imantadas y estén fuera de circulación podría explicar parte del interés.

Un poco de historia
Las monedas argentinas de $1, $2 y $5 comenzaron a salir de circulación en los últimos años debido a la inflación y al reemplazo por billetes. En ese contexto, algunas personas buscan estas piezas para conservarlas o comercializarlas como objetos de colección.
En paralelo, el fenómeno no es exclusivo de Argentina. En Europa, por ejemplo, hay antecedentes similares: antes de la llegada del euro, Francia utilizaba el franco, acuñado por primera vez en 1360. Aunque fue eliminado en 1641, el término sobrevivió en el lenguaje cotidiano hasta que volvió a ser oficial durante la Revolución Francesa. Hoy, aquellas monedas también tienen valor para coleccionistas.
La cifra que se pide por estas monedas argentinas puede parecer exorbitante, pero en el mundo del coleccionismo no siempre prima el valor nominal: la rareza, el estado de conservación y la demanda pueden convertir a objetos cotidianos en verdaderas joyas.







