La reciente internación de la exboxeadora Alejandra “Locomotora” Oliveras por un accidente cerebrovascular (ACV) volvió a poner en agenda pública una de las principales causas de muerte y discapacidad en la Argentina.
En ese contexto, el médico neurólogo Carlos Barros Martínez brindó detalles claves que pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte.Uno de los puntos centrales es la identificación temprana de los síntomas. El especialista explicó que los signos más frecuentes incluyen pérdida de fuerza en un brazo, una pierna o la mitad del cuerpo, dificultad para hablar o para comprender lo que otros dicen.
También puede aparecer una alteración en la movilidad de la cara, en especial una sonrisa asimétrica. “La palabra sale arrastrada o trabada, sobre todo si tiene letras R. Si hay dificultad para expresarse o comprender, eso se llama afasia”, indicó Barros Martínez.
El doctor subrayó la importancia de actuar de inmediato cuando se detectan estos signos. En los casos de ACV isquémico, que representan aproximadamente el 85 por ciento de los episodios, existe un tratamiento que puede revertir el daño si se aplica a tiempo. “Hay una medicación, un trombolítico, que se puede administrar dentro de las primeras cuatro horas y media desde el inicio de los síntomas. Pero no todos los pacientes son candidatos”, explicó.
La prevención también es fundamental. Barros Martínez insistió en que mantener hábitos saludables puede reducir notablemente el riesgo. “La actividad física, si estoy en condiciones de hacerla, es muy importante. Y más aún si me hago los chequeos necesarios”, sostuvo. Controlar factores como la hipertensión, la diabetes, el colesterol y evitar el sedentarismo y el tabaquismo es parte del abordaje preventivo.
Aunque suele asociarse el ACV a personas mayores, el neurólogo aclaró que puede presentarse en jóvenes. Si bien a partir de los 60 años se incrementa la incidencia.“Hoy en día se sabe que no hay una edad específica. Hay personas muy jóvenes que pueden tener un ACV. Las causas pueden variar, pero puede ocurrir a cualquier edad”, aseguró.
Respecto a los hábitos deportivos, Barros Martínez advirtió que la exigencia excesiva puede ser riesgosa para algunas personas. “Depende del tipo de ejercicio y la intensidad. Lo ideal es que la actividad física sea controlada. Si alguien no está apto, puede terminar con complicaciones”, advirtió.

Consultado sobre el uso de anabólicos o productos para aumentar la masa muscular, fue cauto al afirmar que “directamente no” se los puede vincular con un ACV, aunque aclaró que siempre deben ser supervisados por profesionales. “Tiene que estar valorado por el nutricionista y el especialista. Hay que saber si se toma la dosis adecuada”, agregó.
En relación al caso puntual de la Locomotora Oliveras, el médico fue prudente. Aclaró que no conoce sus antecedentes clínicos y que no se puede vincular directamente su ACV con los años de golpes en el boxeo. “Los golpes en sí no. Tal vez podrían generar microhemorragias u otras alteraciones que pueden detectarse con estudios como resonancias de alta calidad, pero no creo que en este caso estén relacionados”, opinó.
Barros Martínez remarcó que incluso personas deportistas o con hábitos saludables pueden padecer un ACV si no controlan factores silenciosos como la hipertensión o el colesterol. “Hacerse los controles es fundamental”, dijo. Y recomendó que los chequeos médicos se realicen al menos una vez al año antes de los 40, y con mayor frecuencia después de los 45 si existen antecedentes o sospechas de riesgo.
En cuanto al monitoreo de la presión arterial, explicó que puede hacerse en casa, siempre en condiciones adecuadas. “No inmediatamente después de correr. Tiene que ser después de haber descansado. Algunos momentos de la semana, en diferentes horarios, es lo ideal”, detalló. También indicó que si una persona presenta colesterol o azúcar elevados y realiza tratamiento con dieta o ejercicio, debe evaluarse con estudios si ese abordaje es suficiente o si necesita medicación.
Aunque los estudios cardíacos no son su especialidad, reconoció que pruebas como el electrocardiograma o la ergometría sirven para saber si una persona está en condiciones de realizar actividad física y hasta qué punto puede exigirse.





