Justin Bieber, una de las mayores estrellas del pop a nivel mundial, acaba de presentar su esperado nuevo álbum, “Swag”. Sin embargo, más allá de la música, la obra resulta casi un documento de catarsis sobre el precio de la fama precoz. El propio Bieber se suma así a la lista de figuras que confiesan, años después del estrellato juvenil, las secuelas de una infancia vivida bajo el escrutinio público.
“Swag” se compone de 21 tracks, aunque no todas corresponden a canciones. Entre ellas, destacan pistas en las que se incluyen extractos de conversaciones entre Justin Bieber y el comediante Druski. Es en uno de estos pasajes donde el canadiense deja ver su costado más vulnerable: “Empiezo a sentir que soy el que tiene problemas y que los demás son perfectos”, admite, poniendo en palabras el aislamiento emocional que suelen atravesar quienes experimentan la fama a edades tempranas.
El sonido del disco se caracteriza por notables contrastes. Desde una orquestación moderna con tintes de FunMachine hasta ambientes más íntimos, Bieber busca construir un espacio sonoro propicio para el desahogo. Estas intervenciones junto a Druski no simulan la formalidad de una terapia, sino que surgen como charlas informales entre amigos, que revelan la complejidad de su vida fuera de los escenarios.
En uno de los interludios, titulado “Standing on Business”, ambos abordan el reciente incidente que Bieber protagonizó en Soho House, Los Ángeles. Su tensa relación con los paparazzis y la ira que eso le genera es una constante en su vida. Por ahora, reconoce que la situación parece no tener solución más allá del derecho que le asiste a sentirse invadido: “Eso ha sido algo difícil para mí últimamente, sentir que he tenido que pasar por muchas de mis luchas como ser humano, como todos lo hacemos públicamente, y la gente siempre me pregunta si estoy bien, y eso empieza a pesarme mucho”, confiesa en “Therapy Session”.
Para el último Día del Padre en Estados Unidos, realizó una veintena de publicaciones en redes que motivaron posteriormente una extensa aclaración pública. “Sé que estoy roto. Sé que tengo problemas de ira. Intenté esforzarme toda mi vida para ser como la gente que me decía que necesitaba que me arreglaran como ellos. Y eso solo me cansa y me enoja más (…) Jesús es la única persona que me hace querer centrar mi vida en los demás. Porque, sinceramente, últimamente estoy agotado de pensar en mí mismo”, declaró.
En medio de cuestionamientos sobre su salud emocional y grabaciones en que se lo ve incómodo ante la exposición pública, Bieber parece pedirle al mundo una pausa. Repite, una y otra vez, su nuevo estatus como hombre casado y padre de familia, una realidad que impregna el álbum. Prueba de ello es la imagen de la portada, donde aparece en un sofá, alzando un bebé sobre su cabeza -probablemente, su hijo-, símbolo de su actual etapa vital.

Las letras de “Swag” también dejan ver ese proceso de maduración y los retos de la vida en pareja. En el tema “Walking Away”, dedicado a su esposa Hailey, Bieber asume errores y aprendizajes: “Mejor paramos antes de decir alguna mierda / Hemos estado poniendo a prueba nuestra paciencia / Creo que es mejor que nos tomemos un descanso / Y recordemos lo que es la gracia (…) No me voy / Eras mi diamante, te di un anillo / Te hice una promesa, te dije que cambiaría / Es la naturaleza humana, estos dolores de crecimiento / Y cariño, no me voy”.
A sus 31 años, y después de haber pasado media vida en la industria, Justin Bieber cuenta en su séptimo álbum con colaboraciones de figuras como Sexyy Red, Lil B, Cash Cobain, Gunna y otros. Sus últimos trabajos “Changes” (2020) y “Justice” (2021) ya mostraban ese viraje íntimo y reflexivo. Entonces, canciones como “Holy”, “Lonely” y “Anyone” anticipaban una búsqueda personal y una transformación, mientras en versos tan descarnados como los de “Lonely” decía: “Estoy tan solo”. “Todos conocen mi pasado ahora. Como si mi casa fuera siempre de cristal. Y tal vez ese es el precio que pagás por el dinero y la fama a temprana edad. Y todos me vieron enfermo. Y se sentía como si a nadie le importara una mierda. Criticaron las cosas que hice como un niño idiota”, recordaba.
Al presentar aquella canción, Bieber fue contundente: “Para ser honesto, escuchar la canción ya terminada es difícil para mí, considerando lo complicado que fue superar algunos de esos capítulos en mi vida. Espero que esta historia aliente a otros a hablar sobre lo que están pasando”. Hoy, con “Swag”, casado y padre, el cantante continúa expiando los claroscuros que deja la fama y buscando -pistas adentro, canciones afuera- sanar viejas heridas.
Fuente: La Nación









