La crisis económica argentina continúa empujando a miles de ciudadanos a buscar alivio en los precios del exterior. La zona de la Triple Frontera —integrada por Puerto Iguazú (Argentina), Ciudad del Este (Paraguay) y Foz do Iguaçu (Brasil)— volvió a convertirse en epicentro de un fenómeno que remite a décadas pasadas: el turismo de consumo. Electrónica, indumentaria y alimentos son los rubros más buscados por quienes cruzan la frontera en combis, autos particulares o incluso en avión.
En Ciudad del Este, los precios de artículos tecnológicos y de moda resultan irrisorios comparados con los del mercado argentino. Televisores de 44 pulgadas se venden a u$s195, los de 50 a u$s265 y los de 65 pulgadas a u$s410. Incluso se consigue un modelo de 100 pulgadas por u$s2.250, menos de 3 millones de pesos, cuando en Argentina cuesta entre 5 y 10 millones.
Celulares Samsung Galaxy arrancan en u$s250 y los nuevos iPhone 16 oscilan entre u$s925 y u$s1.005, según la capacidad. También se ofrecen notebooks Lenovo con procesador i5 a u$s490 y zapatillas de marca a u$s75, cuando en Argentina rondan o superan los u$s100.
“Es muy barato. Compré pasaje de avión sin equipaje y es difícil trasladar. En Aduana te cobran impuestos, pero también te ofrecen pasar la mercadería por u$s70”, explicó un joven argentino en diálogo con C5N.
El mismo canal mostró el sábado cómo Foz do Iguaçu, en Brasil, se convirtió en otra parada obligada del tour de ahorro. Allí, los argentinos compran alimentos de primera necesidad a valores notoriamente inferiores: el maple de 60 huevos cuesta $7.099, mientras que en Buenos Aires ese precio alcanza apenas para la mitad. La leche entera se consigue por menos de $889, y la descremada a $711. El café brasileño en frasco grande vale $5.300 y el aceite de oliva extra virgen de 500 ml ronda los $8.000, montos que en el país duplican o triplican.
Con una inflación acumulada que no da tregua y una devaluación persistente que pulveriza el poder adquisitivo, el fenómeno del “viaje de compras” recobra fuerza. La escena recuerda a los años 80 y 90, cuando la diferencia de precios con los países vecinos generaba verdaderas peregrinaciones comerciales.





