Un reciente trabajo de Argendata, basado en estadísticas del Ministerio de Economía, la CEPAL y el Banco Mundial, puso en cifras una verdad incómoda: mientras que el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) se ubica en los US$ 79.898 dólares -nivel comparable al de Estados Unidos- en Misiones apenas alcanza los US$ 12.930, cifra similar a la del sudeste asiático, específicamente Vietnam.
La comparación, que cruza datos económicos de 2022 con equivalencias internacionales, dibuja un mapa donde Argentina aparece partida en regiones con niveles de desarrollo europeo y otras con indicadores similares a los de países emergentes o en vías de desarrollo. El gráfico, acompañado por un mapa ilustrativo, no deja dudas: Tierra del Fuego (US$ 65.967) se asemeja a Emiratos Árabes Unidos, Neuquén (61.128) a Alemania, y Santa Cruz (52.400) a Italia. En cambio, las provincias del norte argentino, especialmente las del NEA, figuran en el fondo de la tabla: Formosa (13.377) se parece a Indonesia, Corrientes (13.291) a Sri Lanka, y Misiones (12.930) a Vietnam.
Brecha estructural
La distancia entre CABA y Misiones no es simbólica: el porteño promedio produce seis veces más riqueza que el misionero. Esta desigualdad no solo evidencia una profunda concentración de la actividad económica, sino que también deja al desnudo el fracaso de un federalismo real.
El informe resalta que el 72,4% del PBI nacional se genera en la región pampeana, incluyendo a la capital. CABA y la provincia de Buenos Aires solas explican el 52,3% de toda la riqueza producida en el país. En contraste, el NEA apenas representa el 4,9%. Y Misiones, en particular, es una de las jurisdicciones con menor PBI per cápita del país: su nivel es apenas el 48% del promedio nacional. Estos números no son el resultado de la casualidad ni del mérito individual de las provincias más ricas. Tienen su raíz en un

Impacto en calidad de vida
El Producto Bruto Interno por habitante es una medida útil para evaluar la capacidad productiva y económica de una región, pero también permite proyectar las condiciones materiales de vida de sus habitantes. En teoría, un mayor PBI per cápita se traduce en más empleo, mejores salarios, más inversión en salud, educación e infraestructura.
Sin embargo, el informe de Fundar y Argendata advierte que ese indicador no garantiza por sí solo bienestar, ya que depende en gran parte de la distribución del ingreso. En lugares como Neuquén, con alto PBI per cápita, la brecha entre el 10% más rico y el 10% más pobre es de 18 veces. En Alemania, con una cifra similar, la distancia se reduce a 8 veces.
En el caso misionero, la doble desigualdad golpea con más fuerza: por un lado, un nivel bajo de riqueza por habitante; por otro, una estructura económica donde buena parte del empleo es informal o de baja productividad. La consecuencia es una persistente tasa de pobreza estructural que no se explica por la ineficiencia local, sino por una matriz nacional injusta.
Los datos no hacen más que confirmar una situación histórica. Desde 1895 hasta la actualidad, la economía argentina se multiplicó por 34, pero el crecimiento no fue homogéneo. Mientras que la Patagonia multiplicó su producto por 680 veces y se consolidó como la segunda región más rica del país, el NEA apenas multiplicó su producto por 20, quedando rezagado frente al avance de otras regiones.
La película muestra que ninguna provincia del norte logró acortar la distancia con la región pampeana, y que las brechas se ampliaron. Esto ocurrió no solo por razones de mercado o geografía, sino también por decisiones políticas deliberadas: concentración de la infraestructura, servicios y poder en el centro del país, postergación sistemática del norte argentino en la asignación presupuestaria.
Mirada desde Misiones
La provincia ha logrado avances notorios en inclusión digital, conectividad, educación disruptiva y promoción industrial, pero lo ha hecho con recursos propios, creatividad y planificación local. La estructura macroeconómica nacional, en cambio, sigue sin corregir los desequilibrios históricos que condenan al norte a la periferia económica.
Misiones es una de las provincias que más crece en empleo formal privado, exportaciones industriales y diversificación productiva. Es decir, con menos recursos hace más. Pero el esfuerzo local no alcanza cuando el diseño estructural del país conspira contra el desarrollo equitativo.
La pobreza o desigualdad que padecen los misioneros no es responsabilidad de los gobiernos locales, sino del esquema desigual e injusto de reparto de los recursos que decidió el poder central desde la conformación misma del Estado.
Mientras no se reformule el régimen de coparticipación y no se federalicen las decisiones estratégicas del país, las provincias del norte seguirán cargando con una mochila que no les pertenece. Y mientras CABA se parezca cada vez más a Estados Unidos, Misiones seguirá pareciéndose a Vietnam.





