De casualidad, hace unos días, escuché la historia de una mujer joven madre y esposa feliz, que no siempre fue así de feliz.
Contaba que de niña creció sin su papá y que su mamá la obligaba a vender flores, que vivió en casas desocupadas, sufrió mal trato por parte de su madre, no le permitía tener amigos, ni vivir lo propio de su edad.
Pero ella hizo algo que me pareció mágico: se sentó en la plaza una y otra vez a ver las familias que compartían juntas, padres cariñosos y presentes y ella se dijo: “Yo quiero eso”.
Siempre tenemos la oportunidad de elegir si nos permitimos ver las opciones. A veces nos cuesta verlas porque las emociones fuertes hacen que sea difícil creer que lo malo de este momento, no tiene por qué se eterno.
Decirnos a nosotros: “Yo quiero eso” es darnos esa oportunidad, es elegir, aunque parezca que todo está en nuestra contra y es también tomar acción para que las cosas sucedan.
“Yo quiero eso” parece simple, pero si de verdad lo queremos, implica atravesar nuestras emociones, perdonar de corazón a las personas que nos han dañado, dejar el dolor y seguir adelante.
“Yo quiero eso” implica aprender a sentirnos merecedoras de todo lo bueno y dar los pasos hacia lo que queremos, aunque tengamos miedo, aunque no sepamos que hay del otro lado.
“Yo quiero eso” implica decisión y compromiso de no volver atrás, de no aceptar menos por miedo, por soledad o por no quedar excluidos.
“Yo quiero eso” es enfocarnos en lo que queremos lograr, y confiar que el “como” llegará.
“Yo quiero eso” es darnos la oportunidad de construir nuestro presente y nuestro futuro, es confiar en nuestro poder interno que viene de Dios, que nos trajo hasta aquí para aprender, para vivir con todas las letras, para elegir y ser feliz.
Decir con la mente, el cuerpo y el corazón “Yo quiero eso” es entender que nuestro pasado nunca determina nuestro futuro.
Natalia Moyano
Contadora con
corazón de escritora
[email protected]








