En las tranquilas afueras de la pintoresca 25 de Mayo, a unos tres kilómetros del pueblo y a lo largo de la ruta provincial 8 en dirección a Campo Grande, vive la familia Minuzzo de Oliveira.
Mariza, Luis y su hija Lilibet convirtieron su pequeña propiedad en mucho más que un lugar de cultivo; es un refugio de tradición agrícola y amor por la tierra que los vio nacer y crecer.
Mariza Fiusa, hija de agricultores y docente jubilada, relata con pasión su conexión con la tierra desde temprana edad. “Mis padres me enseñaron todo sobre la agricultura. Mi madre, brasileña de nacimiento, trajo consigo un profundo amor por la tierra, mientras que mi padre, argentino descendiente de inmigrantes brasileños, me mostró el valor del trabajo duro y la perseverancia en la chacra”.
Desde niña, Mariza acompañaba a sus padres en las labores de la chacra, absorbiendo cada conocimiento sobre el cultivo y el cuidado de la tierra. Aunque siguió una carrera como docente y se desempeñó en la Escuela de la Familia Agrícola del municipio, siempre supo que su futuro estaría ligado a la chacra. Ahora, jubilada, regresó con renovado ímpetu para trabajar junto a su esposo Luis.
“Decidí dedicar más tiempo a la chacra”, explica Mariza con orgullo mientras observa los vastos campos que rodean su hogar. “Aquí cultivamos de todo: desde mandioca, zapallo hasta una variedad de frutas que incluye naranjas jugosas y limones, mangos, uvas, y mandarinas. Cada cultivo no solo alimenta nuestro cuerpo, sino que también enriquece nuestras almas”.
En sus seis hectáreas de tierra, Mariza y Luis desarrollaron un sistema de producción diversificado que abarca desde la cosecha de arroz hasta las aromáticas cebollitas y las tiernas chauchas que adornan sus mesas. La mandioca, el zapallo, el ajo, las pipocas y las arvejas son solo algunas de las delicias que brotan bajo sus cuidados. Además, han incorporado la producción de yerba mate, té artesanal y café.
Asimismo, le dan valor agregado a cada producto que tiene su chacra como la elaboración de jugos, mermeladas, jaleas y almíbares, cada uno elaborado con meticulosidad a partir de sus más de 50 variedades de frutas.
La chacra de Mariza y Luis no solo es un centro de cultivo, sino también un hogar para una variedad de animales que crían con amor y cuidado. Con un enfoque en la calidad sobre la cantidad, mantienen un pequeño rebaño de ganado vacuno, porcino y avícola, cuya leche utilizan para producir queso casero, yogur y ricota, mostrando así su habilidad para aprovechar los recursos naturales que les brinda la tierra.
“Lo que más nos motiva es saber que producimos con respeto por la tierra”, comenta Mariza con serenidad. “No usamos agroquímicos, solo abono orgánico. Queremos ofrecer alimentos sanos y auténticos, algo que se nota en cada bocado de nuestros productos”.
La familia Minuzzo de Oliveira cultivó una relación sólida con la comunidad de 25 de Mayo, siendo el pueblo donde ofrecen directamente sus productos mediante un sistema de pedidos personalizados y entregas a domicilio. Su diversa oferta incluye verduras frescas, cultivadas con dedicación en sus propios campos, queso artesanal que refleja años de cuidado y tradición en su elaboración, huevos de granja, pollo criado de manera natural, así como una cuidadosa selección de tés aromáticos y diversas yerbas medicinales. Esta variedad no solo satisface las necesidades locales, sino que también promueve un estilo de vida saludable y sostenible entre los residentes del pueblo.
La familia Minuzzo de Oliveira también destaca otro punto de gran importancia: en su finca, además de ser un lugar de producción alimentaria, cuidan y protegen una vertiente natural que fluye en sus tierras. Este recurso invaluable no solo provee agua vital para sus cultivos, sino que también es fundamental para la vida en toda la comunidad de 25 de Mayo.
Esta vertiente está protegida gracias a diversas iniciativas locales de sustentabilidad, las cuales cuentan con el apoyo crucial de la EFA Padre Antonio Sepp, la fundación Vember, la Municipalidad local y el INTA. Este compromiso no solo resalta su preocupación por el medio ambiente, sino que también fortalece su misión de mantener prácticas agrícolas responsables y sostenibles que beneficien a generaciones futuras en la región.
La vida en la chacra de Mariza y Luis no solo es un ejemplo de producción agrícola consciente, sino también un testimonio vivo de cómo el respeto por la tierra y la dedicación pueden alimentar tanto el cuerpo como el alma. Cada día, entre el verdor de sus cultivos y el murmullo de las aguas que fluyen, Mariza y Luis continúan tejiendo una historia de vida arraigada en la pasión por la naturaleza y el compromiso con una vida sana y sustentable.