Veinte años pasaron desde el día en que Mario Leguiza decidió el camino de la salud y dejó las plantaciones de tabaco. Dos décadas que pasaron en un abrir y cerrar de ojos, que se tradujeron en bienestar y el acompañamiento de su hijo, Rafael, a quien incentivó desde pequeño para que tome el camino de la producción agroecológica, con un éxito rotundo, es Técnico en Producción Agropecuaria y, junto a él, trabaja las tierras que poseen en San Vicente.
“Durante mucho tiempo me dediqué al tabaco, hasta que me enfermé, entonces me incliné por la verdura, hace ya casi veinte años. Me costó mucho el cambio, entiendo a quienes no se animan. Personalmente, un día me puse un plazo, me dije hasta acá y no planto más tabaco. No es fácil cambiar de vida, pero es muy importante”, recordó Mario y añadió que “cuando empecé a vender verduras, la primera vez llevé veinte mazos de lechuga a un supermercado de la zona, a partir de ese día no paramos más”.
Con orgullo, Mario contó que durante algún tiempo fue parte de una cooperativa avícola de la zona, lo que le permitió estar en contacto con gente de diversos lugares “y todos coincidían en que el alimento nunca sobra, siempre se vende, en aquella época Rafael tenía dos años y entonces me propuse incentivarlo para que estudie agronomía o algo así y lo hizo, se recibió”, e hizo hincapié en que “trabajando solo con la verdura pude hacerlo estudiar”.
“Ahora, con mi hijo estamos reiniciando casi todo, comenzando nuevamente y queremos trabajar un poco más. Volver a levantar los invernaderos en los que los plásticos se rompieron con el viento, así que estamos dedicados a todo esto”, mencionó Mario, que con 64 años está dispuesto a cambiar algunas formas de producción, “hay técnicas muy interesantes, que uno muchas veces no tiene en cuenta, hay que aprovechar las capacitaciones, yo estoy dispuesto a aprender”, reflexionó.
Incluso apuntó que “recientemente comenzamos a insertarnos en la feria franca, antes vendía solo en forma particular o en los mercados, también aquí, en la chacra, después de veinte años de trabajo me conocen, saben de mi producción, además, cuando me está sobrando algo llamo a los supermercados grandes de la zona y me dicen ‘te hago un lugar, traeme tanto’, nunca sobra mercadería”.
En las tierras de Mario crece lechuga, espinaca, acelga, cebollita, perejil, morroncito, ajo en hoja, además, cuando los tiempos lo permiten, siembran un poco de remolacha y rabanito.
Para la siembra, adquieren semillas del mercado, pero también procuran juntarlas de sus propias producciones. “No es tan fácil como antes, porque son híbridas, pero se intenta dejar plantas para ver si pueden producir sus semillas”, confió Rafael y remarcó que “tenemos especies, como una clase de lechuga, que dejamos que florezcan y de un año para otro vuelven a nacer; la sequía del año pasado afectó un poco, hubo plantas que florecieron, pero no llegaron a formar la semilla” pero la tierra es sabia.
La falta de agua “en verano, se sufre un poco, pero igual se produce, tenemos una cisterna de 8 mil litros, donde juntamos agua de la lluvia y eso favorece un montón”, subrayó el productor.
También animales
Al trabajo en la huerta, Mario y Rafael suman la cría de ganado, gallinas, que a pesar de contar con una buena cantidad, nunca sobran huevos, pollo que “si no guardo para mí, vendo todo, la gente no mira el precio porque es otra la calidad”, reconoció Mario.
Obviamente, las “camas” de los animales sirven de abono orgánico, porque como en todas las chacras, aquí todo tiene un objetivo, más con un técnico agrónomo en “la trinchera”.
“Uno se amaña, cuando hay voluntad, uno siempre busca la forma, además es un trabajo muy saludable comparado a otros, lo digo yo, que plantaba tabaco, con eso uno se envenena, envenena la tierra, con la verdura es otra vida y todo es recompensado”.