Como la de muchos productores, la historia de Silvina Sanabria comienza a escribirse con las ferias francas. Incluso podría decirse que fue aquella noche de 2004 en que subió con sus cinco cajones cargados de verduras al camión que la trasladaría desde Paraje Yacutinga, en Gobernador Roca, a Itaembé Miní, barrio posadeño que recién comenzaba a gestarse, con más incertidumbres que certezas, pero decidida a encontrar una fuente de ingresos extra.
“Comencé por necesidad, los chicos estaban creciendo, eran chiquitos, pero ya veía que iban a necesitar más cosas, ya no iba a ser la escuelita de la zona, había que mandarlos a estudiar. Mi marido hacía changas, pero ya no era suficiente, entonces busqué alternativas. Cuando surgió lo de la feria, me anoté, como todos, y al poco tiempo me respondieron que sí, pero me mandaron a Itaembé Miní, donde nadie quería ir, porque recién comenzaba a poblarse el barrio. Acepté, porque los retos siempre están”, contó la productora.
Y añadió que “la primera vez fui con cinco cajones, subí en un camión, como todos hacían. Dos meses viajé así. Luego comenzamos a ir con mi esposo, teníamos un Rastrojero, la venta era mejor y se justificaba el gasto. Me fui haciendo de clientes y hoy voy con la camioneta más el tráiler, con más de cien cajas”.
“Pasaron ya veinte años de aquel comienzo en Itaembé Miní. El barrio comenzaba a formarse y nosotros iniciábamos esta historia”.
“Cuando nos iniciamos hacíamos acelga y algunas otras verduras afuera, pero con el correr del tiempo vimos que había que hacer mucho más y empezamos a diversificar, porque todo lo que hacemos se vende en la feria y lo que no, se vende acá”, mencionó.
Y sí, siempre en Itaembé Miní, aunque cuenta también con una mesa en Villa Cabello, allí no está su fuerte. Fue su primer destino el que la bendijo. Y, por supuesto, pudo hacer frente a lo que tanto temía, el estudio de sus hijos, dos mujeres y un varón.
Junto a su marido, llegó a tener más de veinte invernaderos, pero cuando él falleció, fue difícil sostener tanto trabajo. Igual, recientemente su hijo decidió cambiar el rumbo de su vida y dedicarse, junto a ella, a la producción. Y, de a poco, vuelven a levantarse los almácigos donde lucen esbeltas las plantas de tomate.
Apostar a lo difícil
“La producción de tomate y morrón es la que me gusta, con la que me inicié, son productos que siempre se venden. Pocos los producen, porque el costo es muy elevado, primero la semilla, luego esperar cuatro meses, sin contar los precios de un techo, solo el plástico es muy costoso”, confió Silvina, quien aunque ya advierte que los tomates comienzan a florecer, a pesar del frío de junio, reconoce que no es sencillo el cultivo.
“Aunque esta temporada solo tuvimos un día de helada, las plantas que no estaban bajo cubierta sufrieron el frío, murieron. Los invernaderos se calefaccionan con brasas. Creo que fue mucha la humedad, mirábamos las temperaturas y marcaban 3º, cuando marca 0º hay que apurarse, porque incluso dentro de los almácigos el agua se congela, entonces se debe agregar más calefacción”, describió y añadió que, por su parte, “el morrón, a los 9 grados se acurruca y se protege, no se desarrolla, pero cuando comienza el calor, se levanta”.
A esta complejidad, se suman los tiempos entre la siembra y la cosecha, mientras la lechuga demanda entre 30 y 40 días, como toda producción de hoja; el pepino implica unos 52; el tomate son 110 días, 40 lleva madurar la fruta; y el morrón, cuatro meses”.
“No es fácil, esto es trabajo todos los días, no hay domingos, hay que regar, hay que trasplantar, cuidar del frío, el trabajo es constante”, recalcó.
Observar y aprender
“Se aprende de la práctica, de capacitaciones, cuando recién me inicié hice muchas capacitaciones con un ingeniero, nos reuníamos con la gente de la cooperativa; también aprendí mucho de los japoneses, quienes trabajan con recuperación de tierra y entendí que todo lo orgánico se amontona y se utiliza para abono; a veces también es necesario rotar los cultivos, para mantener buena producción; si uno presta atención, se aprende mucho”, consideró.
E hizo hincapié en que “el secreto está en la constancia y la perseverancia, no es que hoy hago y ya está, es todo a largo plazo, hay que ser pacientes”.