A sus 28 años, Pablo Daniel Zapalowski, conocido afectuosamente como Pablo o “Zapa” entre amigos, está escribiendo su historia en el corazón de San Vicente. Como el menor de cuatro hermanos y orgulloso hijo de padres dedicados al agro, Pablo tomó una decisión crucial hace tres años: regresar a la chacra familiar, situada a solo 3.000 metros del centro de la localidad.
Su padre, Pablo Waldemar, ocupa actualmente el cargo de tesorero en la feria franca local, habiendo pasado también por roles de presidente en varias ocasiones. Aún con el mismo fervor de sus primeros días, la familia está ya en los preparativos para su retirada. Su madre, Lili, continúa siendo un pilar fundamental en el mercado, donde los miércoles, con su característico carisma, recibe y ayuda a los clientes que buscan productos frescos, elaborados con esmero el día anterior.
Viviendo actualmente con sus padres, Pablo junto a su hermano mayor revitalizaron las tierras familiares con una visión clara y una determinación inquebrantable. Pablo se dedicó a la coturnicultura, criadero de codornices, un emprendimiento que no solo representa una fuente de ingresos, sino también una vía para aportar a la comunidad local y más allá. Su hermano Marcelo en cambio se dedicó a la cría de animales de gran porte.
El camino hacia el agro no fue directo para Pablo. Tras finalizar sus estudios en el colegio técnico EPET N°21, donde formó parte de la primera promoción de maestros mayores de obras, Pablo se adentró en diferentes campos laborales que poco tenían que ver con la actividad agrícola. Repartidor, preventista y distribuidor fueron algunos de los roles que desempeñó, buscando experiencias nuevas y oportunidades.
Sin embargo, tras algunos años, Pablo comenzó a vislumbrar el potencial que ofrecían las chacras misioneras y decidió regresar a la chacra familiar para apostar todo al agro y la producción. “Volver a la chacra empezó con la decisión de llevar a cabo mis propios planes e ideales. Elaboré un plan y empecé a trabajar en él hace tres años”, recuerda Pablo.
Al principio, Pablo intentó cultivar tomates y otras hortalizas, pero la falta de conocimientos específicos y problemas fitosanitarios hicieron que estos esfuerzos no fueran rentables. A pesar de los desafíos, Pablo no se dio por vencido. Recordó su niñez, cuando su padrino le regaló codornices, y decidió regresar a esta actividad, iniciando con menos de una docena.
A medida que continuaba su exploración en el agro, también se dio cuenta de la necesidad de adquirir conocimientos más precisos. Fue entonces cuando su hermana mayor le mostró un folleto de la Universidad Nacional del Alto Uruguay (UNAU), donde encontró carreras de su interés como Administración de Negocios y Técnico Nacional Agropecuario para Pequeños y Medianos Productores. Optó por la segunda y, tras cursar el primer año y medio, valora profundamente los conocimientos adquiridos gracias a los profesores y su vocación.
Con el respaldo de estos nuevos conocimientos, Pablo comenzó a aplicar lo aprendido en la chacra familiar. Gracias a la confianza de sus padres, Pablo asumió el manejo de la producción de yerba mate, obteniendo resultados muy positivos en un poco más de un año. Hoy en día, experimenta incluso con su propia yerba para disfrutarla en su mate diario.
Actualmente, su fuerte es la coturnicultura. Aunque aún en una escala pequeña, Pablo gestiona la incubación, venta de pollitos, huevos y encurtidos.
Además, está explorando alternativas de alimentación avícola y porcina, incluyendo el uso de mosca soldado Negro como base nutricional. “Mi propósito aquí es contribuir a ofrecer una alternativa más nutritiva y saludable en nuestra base alimenticia, accesible para todos”, explica Pablo con entusiasmo.
Con el apoyo incondicional de su familia y amigos, Pablo se ha motivado a seguir adelante. Encuentra en la agricultura no solo una profesión, sino una pasión que crece con cada cosecha y cada avance en su emprendimiento. Aunque el camino no ha sido fácil, Pablo encuentra satisfacción en cada desafío superado.
Sus planes futuros incluyen expandir sus actividades agrícolas y explorar nuevas oportunidades dentro del sector. Actualmente, comercializa sus productos a pedido dentro del municipio de San Vicente y sus alrededores. “Estoy aquí para quedarme”, afirma con determinación.
“Con la bendición de Dios, trabajaré cada día para hacer realidad mi visión de una agricultura que no solo subsiste, sino que florece en beneficio de todos”.
Con su energía contagiosa y dedicación innata, Pablo Daniel Zapalowski es un ejemplo inspirador de cómo el retorno a las raíces familiares y la pasión por el agro pueden transformar vidas y comunidades enteras. Su historia demuestra que con esfuerzo, conocimiento y amor por lo que se hace, es posible forjar un camino exitoso y significativo en el mundo de la agricultura.