Cada 21 de abril se conmemora el Día Mundial de la Leucemia Mieloide Aguda, fecha que busca aumentar la visibilidad de esta enfermedad y llamar la atención sobre los recursos disponibles para el tratamiento de pacientes. En ese marco, ayer se difundió un informe de la Sociedad Argentina de Hematología según el cual cada año se diagnostican en Argentina cerca de 1.200 nuevos casos de esta enfermedad que es considerada el tipo de cáncer de más rápida evolución.
Si bien la leucemia mieloide aguda no es una enfermedad hereditaria ni contagiosa, existen determinados factores que pueden aumentar la probabilidad de desarrollarla, desde la edad (es más común a partir de los 65 años) y el género (suele darse con más frecuencia en hombres) hasta factores exógenos como el tabaquismo, la exposición a radiación o productos químicos, o haber recibido quimioterapia o radioterapia para otros cánceres.
Según los especialistas, y como ocurre con casi todas las enfermedades, la necesidad de contar un diagnóstico temprano tiene que ver con que el inicio de un tratamiento inmediato se asocia con la posibilidad de supervivencia y calidad de vida de los pacientes.
Pero no alcanza con un diagnóstico rápido y certero: también es imprescindible iniciar el tratamiento de forma inmediata, porque es una enfermedad que avanza rápidamente. Y ahí es donde el ideal -al menos en nuestro país- choca con la realidad.
Una realidad que muestra cómo en los últimos años se enfrentan constantes y crecientes obstáculos de muchos prestadores del sistema de salud (especialmente los privados) para acceder a la cobertura de dichos tratamientos y las sistemáticas demoras (cuando no simplemente retaceo) de determinadas medicaciones claves para mantener con relativamente buenas expectativas de vida a los pacientes. En esta y otras muchas cuestiones sanitarias, aún queda mucho por hacer, pero sobre todo por entender que “cada minuto cuenta”.