El año bisiesto se produce una vez cada cuatro años por una buena razón: sin él, diciembre acabaría convirtiéndose en verano en el hemisferio Norte y en invierno en el hemisferio Sur. De esta manera, gracias a este jueves 29 de febrero, día bisiesto, tenemos un día más para controlar las estaciones.
Una animación de James O’Donoghue, científico planetario que ha trabajado en la NASA y en la agencia espacial japonesa (JAXA), ilustra la importancia de los años bisiestos y por qué años como este 2024 tienen 366 días.
“La forma en que hacemos los años bisiestos tiene un aspecto bastante desordenado, pero no se me ocurre una forma mejor de gestionarlos”, explica a Business Insider en un correo electrónico. “Lo hacemos para que nuestras estaciones no migren con el tiempo“.
Como aclara en su vídeo, los años bisiestos resuelven un problema con nuestra forma de medir el tiempo. Aunque nuestros calendarios miden el año en 365 días, la órbita de la Tierra alrededor del Sol dura en realidad 365,242 días.
La animación de O’Donoghue revela lo que ocurriría si no tuviéramos años bisiestos: al cabo de 400 años, los meses de nuestro calendario se desviarían hacia las nuevas estaciones.
A lo largo de los años, O’Donoghue ha dedicado gran parte de su tiempo libre a hacer animaciones de conceptos astronómicos como la retirada de la Luna de la Tierra y la inmensidad de nuestro sistema solar.
Por qué son necesarios los años bisiestos
Astronómicamente, las estaciones están marcadas por los equinoccios y los solsticios. El equinoccio se produce dos veces al año, en marzo y septiembre, cuando el ecuador de la Tierra se alinea con el centro del Sol.
En esos días, el día y la noche tienen casi la misma duración en todo el planeta. Después, las estaciones cambian. Los días se alargan y las noches se acortan en un lado del planeta, y viceversa en el otro.
En el solsticio ocurre lo contrario: en esos días, el sol aparece en su punto más alejado del ecuador, y las duraciones del día y la noche son las más desiguales.
Como la Tierra tarda 365,242 días en viajar de un equinoccio de marzo al siguiente, cada año nuestros calendarios se quedan 0,242 días (unas seis horas) cortos respecto a las estaciones reales. Ese cuarto de día extra, por supuesto, suma un día completo de desviación cada cuatro años.
Por eso, los días bisiestos vuelven a alinear nuestros calendarios con las estaciones astronómicas.
“No se puede simplemente añadir seis horas al final de nuestro año para arreglar esto, porque entonces el sol saldría seis horas antes al día siguiente“, señala O’Donoghue. “Podríamos hacerlo, pero eso sucedería si no nos importase que el reloj de 24 horas deje de relacionarse con la salida y la puesta del sol”.
Los años bisiestos son la solución menos confusa, señaló. “De hecho, admiro mucho el sistema de años bisiestos que tenemos ahora: Presenta una gran oportunidad para que la gente discuta acerca de la mecánica celeste de nuestro planeta“, concluyó O’Donoghue.
Fuente: Medios Digitales