En su libro “La rebelión del público”, publicado en 2014 y actualizado en 2018, el escritor e investigador en el campo de la geopolítica Martín Gurri escribía que “no se puede condenar a los políticos durante demasiado tiempo sin que se haga necesario cuestionar la legitimidad del sistema que los produce”.
Al fin y al cabo, comprender que la política es en sí misma “corrupta” ayuda a centralizar el debate en algo más práctico y alcanzable como que la política y sus practicantes sean mejores. Planteado el núcleo de esta columna, cabe direccionar su aplicación a los tiempos que corren y al supuesto nuevo modelo que “ataca a la casta” y se autodescribe como “lo nuevo”.
A nadie es ajeno que Javier Milei llegó a la Presidencia de la Nación de la mano de su discurso contra la dirigencia enquistada y del consolidado y lógico hartazgo de la sociedad en un sistema que demanda mucho sacrificio y ofrece poco y nada a cambio.
El liberalismo gobernante se nutrió y nutre de diatribas contra la política que se argumentan en una fenomenal y evidente crisis económica y moral, pero a la hora de autoevaluarse oculta que incurre en las mismas inmoralidades y estrategias que fracasaron.
Por citar algunas cuestiones al respecto, vale exponer que intentar bajar la inflación destruyendo el consumo ya se ha hecho. Incluso lo advertimos en el Gobierno anterior mientras no estábamos en campaña. El resultado también lo vimos: fuerte crecimiento de la pobreza y ensanchamiento de distancias entre los sectores económicos y sociales.
Otro ejemplo, viejo si los hay, es prometer y no cumplir. Este iba a ser el Gobierno que le pondría fin al ahogo impositivo que sufrimos los argentinos desde hace décadas. Pues bien, en el extenso compendio de normas y modificaciones de la Ley de Bases y en voluminoso DNU no existe una sola mención ni iniciativa para quitar alguno de los más de 130 impuestos que seguimos pagando.
Y hablando de prometer y no cumplir, qué decir entonces de los nombramientos y el nepotismo que los propios libertarios cuestionan por estas horas.
Daniel Scioli será quizás el caso más notorio, pero está muy lejos de ser el único. Patricia Bullrich, Marco Lavagna, Flavia Royón, Leo Madcur y otros nombres fuertemente asociados a la casta componen hoy las filas del Gobierno.
Sacando el caso de Karina Milei, hermana del mandatario y su secretaria general, los casos de nepotismo afloraron prontamente en la gestión. Francisco Adorni, hermano de Manuel Adoreni (vocero del Presidente) fue designado asesor y ganará más de dos millones de pesos por mes. Rodrigo Lugones (socios de Santiago Caputo), presentó a su padre Mario Lugones para intervenir en el Ministerio de Salud. El sorpresivo nombramiento de Daniel Scioli llegó con la ratificación de su hermano menor, Nicolás Scioli, como director del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE).
“La casta tiene miedo” era el cántico usual antes de las elecciones que depositaron a Milei en la Presidencia de la Nación. La cuestión todavía pasa por saber qué parte de la casta, porque hoy cuesta diferenciarlos… Tan distintos en el discurso… tan idénticos en la práctica.