Son horas frenéticas para un oficialismo que pregona rectitud política en su ala ejecutiva, mientras que en su pata legislativa adolece de peso específico.
Apenas horas después de que el presidente Javier Milei advirtiera que no cedería en su afán por aprobar la ley ómnibus tal y como había quedado después de sucesivos cambios por los propios errores garrafales, la ley cambiará… y drásticamente.
La pelea con los gobernadores, los pases de factura internos, las bajas de aliados y la limitación de las decisiones a partir de su baja predisposición al diálogo decantaron en el sorpresivo anuncio oficial de ayer que “baja” del “ómnibus” el polémico capítulo fiscal.
Rumores incómodos, desmentidas, idas y vueltas y la aceleración de la crisis interna comienzan a dejar entrampado a un Gobierno que, claramente, apuesta a bajar la inflación atacando el consumo. Los resultados están a la vista y las consecuencias de esta dinámica de prueba y error, claramente, volverán a ser problema de la sociedad.