Como “una experiencia extraordinaria” calificó la ingeniera vial Teresita Glady Turinetto (66) al Cruce de los Andes que emprendió entre el 3 y el 5 de diciembre pasado tras largos meses de preparación física. “Es el primero que hago y fue muy emocionante. Hay momentos en los que estuve sola en el medio de la montaña, en medio de la nieve, y es algo imponente. Son maravillas que uno no puede conocer de otra forma, solamente trepándolas”, dijo, mientras exhibía las medallas que recibió por haber salido primera en su categoría.
Contó que el entrenamiento empezó en marzo de 2023 pero que, a partir de junio, lo hicieron con mayor intensidad. “Teníamos una planilla de control elaborada por un profesor (running team) que reside en Comodoro Rivadavia, pero que tiene alumnos en todo el país. A nuestro grupo, que estaba compuesto por cinco personas, proponía la actividad diaria por Whatsapp. Además de toda la actividad que teníamos, había que hacer lugar para realizar la rutina que él nos sugería, durante una hora por día (trote de cinco minutos, con más intensidad, con menor intensidad)”, contó. Los fines de semana hacían recorridos, primero de dos o tres horas, después se fue aumentando hasta llegar a noviembre, con cinco horas. “Elegíamos la zona para hacer trotes. Podía ser en un terreno ondulado, ya que la experiencia sería en la cordillera, entonces íbamos a Profundidad, o detrás del aeropuerto, o al balneario El Brete, donde ingresábamos al agua y corríamos sobre la arena. También trotábamos en la Costa Sur, hacíamos algo de bicicleta y otras actividades variadas como para que el cuerpo se acostumbre”, agregó.
Teresita Turinetto es ingeniera en construcciones (UTN), ingeniera civil (UNaM), magíster en ingeniería vial (UN Rosario), especialización de gestión de producción y ambiente (UNaM). Actualmente cursa el doctorado en desarrollo sustentable e integración, en la universidad Gastón Dachary (UGD).
Según Turinetto, esta actividad hizo “que me mantuviera bien físicamente y pueda lograr el objetivo, aunque ya venía con esta conducta diaria, con una buena alimentación, y una buena actividad física. Además, el hecho de no tener problemas y hacer las cosas respetándose a uno mismo, también favorece”.
“Lo más importante de todo es que cada uno pueda hacer lo que siente en el corazón. Que pueda sentir, expresar y hacer lo que uno quiere, que siente que está bien. También compartirlo con la familia. Mucho de todo esto lo compartía con mi hija Natalia, que también realizó el Cruce de los Andes. Lo hicimos juntas y el último día me acompañó al final del tramo. Llegamos a la meta juntas y fue muy emocionante”, celebró quien en 2016 fue declarada Personalidad Destacada de Posadas por el Concejo Deliberante local.
También pinta y sus cuadros engalanan las paredes de la sala de su casa. “Pintar me gustó de chica. Pero en 2003, mientras trabajaba en Buenos Aires me tomé el tiempo de ir a un taller de arte, donde empecé a hacer abstracto, volcando un poco todo lo que sentía. Ya de regreso a Posadas, continué con Ernesto Engel, con quien aprendí muchísimo durante dos años. Ahora estoy pintando en el taller de Sandra Bonetti”.
La protagonista de esta historia manifestó que viajaron hacia San Carlos de Bariloche el 1 de diciembre y que regresaron a Posadas, el 8 del mismo mes. “Era un team de 60 personas. Había gente de Ushuaia, Miami, Noruega y dentro del cruce completo había 47 países. Nosotros íbamos corriendo, teníamos una banderita sobre la espalda, donde figuraba el país de procedencia. Al cruzarnos, nos decían: ¡vamos!, ¡fuerza Argentina! o ¡fuerza Tere!. Fue muy linda la experiencia. Sin darnos cuenta recorríamos todo el filo de la montaña, nos íbamos cruzando entre todos. Para mí fue muy importante la actividad en equipo, porque te ayuda, te da fuerzas y, casi sin darte cuenta, vas alcanzando el objetivo”, expresó la esposa de Rodolfo Moleta y madre de Lorena, Natalia, Pablo y Andrés.
Indicó que este cruce se hace todos los años en distintos lugares de Argentina. En 2023 se hizo saliendo desde el Cerro Catedral de Bariloche, y el año anterior desde Villa La Angostura. “Se siente una emoción muy grande, parece que se está cerca del cielo, cerca del creador de esta naturaleza. No se puede creer. Es una maravilla”. Aseguró que este cruce tuvo paisajes muy imponentes. “Empezamos con nieve, nos hundíamos en ella, con un clima realmente frío. El segundo día había menos nieve, pero había que trepar la piedra de la montaña. Fue muy difícil. Uno tenía que pisar en el lugar justo, en el momento justo, para no lastimarse porque había trepadas con pendientes súper exigentes. Los descensos también eran súper exigentes. Subimos hasta 1.700 metros y los bajamos”, acotó.
Afortunadamente, “estábamos preparados porque la exigencia física fue considerable. Estuvimos más de 8 horas por día recorriendo la montaña y para eso llevábamos agua, geles para alimentarnos, a fin de poder tener energía suficiente porque el recorrido era muy exigente. Pero estuvimos a la altura”.
A pesar de todas las ocupaciones, de tener una vida muy activa, se hace tiempo para jugar y divertirse con sus cinco nietos: Juan Martín, Fermín, Joaquina, Maite y Vera.
Su hija la acompañó hasta el último tramo. “Llegamos embarradas porque habíamos atravesado un arroyo con un torrente muy fuerte y cuando salimos del cauce de agua, que nos daba hasta la cintura, tuvimos que trepar un cerro donde el material estaba suelto. Concluimos el tramo, mojadas, embarradas, pero contentas, felices de poder llegar a la meta. Fue realmente muy lindo”, recalcó.
A raíz de esta experiencia, recomendó a la gente que “trate de hacer una actividad física todos los días porque ayuda a que uno esté bien de salud, que esté bien de ánimo, contento, bien. Y eso es maravilloso. Lo ideal es complementar siempre el trabajo con alguna actividad física”.
Para llegar a esta instancia, Turinetto había participado de la Ultra Maratón Yaboty, en El Soberbio; la Cordillera de la Selva, en 2 de Mayo; De Buena Madera, en San Vicente, y Posadas futura. “Son desafíos que se hacen en la provincia, que son muy interesantes y que a uno lo van preparando. Acá fueron todas carreras de entre 10 y 25 kilómetros, pero el Cruce fue de 100 kilómetros en 3 días”, aclaró, quien siempre fue “marcando un buen tiempo” y que acompañaba el proceso con clases de gimnasia, natación y running.
De Entre Ríos a Misiones
Turinetto nació en Entre Ríos. Vivía en el campo e iba de a caballo a la escuela rural que quedaba a cinco kilómetros de su casa. Al secundario lo cursó en Gobernador Mansilla, Departamento Tala, donde se recibió de perito mercantil. Para seguir estudiando, se inscribió en la Universidad Tecnológica de Concepción del Uruguay. “Fue gracias al apoyo de mis padres -Jorge Turinetto y Haydeé Brutti-, además de trabajar un poco, porque ese momento era duro, era muy costoso”, recordó. Se recibió de ingeniera en construcciones y, en el último período, se puso de novia con quien es su esposo, que también es oriundo de Entre Ríos y estaba estudiando medicina en Córdoba. “Una vez que terminó su carrera e hizo su experiencia en Córdoba, Rodolfo vino a Posadas a hacer la residencia de Psiquiatría. Cuando me recibí, también vine en busca de trabajo. Tuve la suerte que me acogió el matrimonio de Adolfo y Aurora “Lola” Arriaga, una familia muy afectiva, que me ayudó mucho”, rememoró.
Tras contraer matrimonio, Turinetto empezó a trabajar en la construcción del puente San Roque González de Santa Cruz, que une a Posadas con Encarnación, hasta que prácticamente quedó habilitado. “Fue desde los inicios, en abril de 1982, que empecé a trabajar en la Unión Transitoria de Empresas (UTE), que estaba integrada por un consorcio en el que intervenían italianos, que hace dos o tres años retornaron a Misiones e hicimos un recorrido del puente porque fue una obra muy importante en este momento”, subrayó.
“En la obra del puente fui aportando desde que pusimos la piedra fundamental, la primera base de la estructura. Siento que hice un aporte a la comunidad en cuanto a lo técnico. Estamos acá para ayudar a la gente y siento que se vio materializado en una obra. En lo personal, tuve muchas satisfacciones porque aprendí muchísimo”.
Explicó que ese fue su primer trabajo como ingeniera. Primero, por dos años, “fui secretaria del representante técnico, así que ahí aprendí un poco de todo el movimiento, el manejo de todo lo que es la parte técnica. Luego, también por dos años, estuve en la oficina técnica donde tenía el control de todos los encofrados donde se insertan los obenques. Tenía que trasladarme, medir, tomar los recaudos necesarios para que los encofrados salgan perfectos para el anclaje del obenque. Ese era mi trabajo, muy específico, y al terminar mi tarea, me indemnizaron”, señaló.
La profesional sostuvo que tenía una amiga que era de Concepción del Uruguay y que la invitó a que fuera a la Dirección Provincial de Vialidad (DPV) a fin de reemplazarla porque quería mudarse de trabajo. “Justo había dado a luz a mis gemelos (Pablo y Andrés) por lo que debió esperar que los chicos cumplieran un mes. En esa repartición trabajé durante 16 años, en distintos sectores, pero siempre como técnica. Empecé en Variaciones de costos, luego fui a Estudios y proyectos; estuve en Supervisión de obras”, describió. En 2001 se acogió a un retiro voluntario y estuvo trabajando como consultora individual durante tres años hasta que en 2003 se contactaron desde la Oficina Coordinadora del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la contrataron como consultora para realizar trabajos de supervisión de obras que financiaba el BID para el Estado Argentino. La tarea de supervisión se extendió por seis años. Durante un año, todos los fines de semana, viajó ida y vuelta de Posadas a Buenos Aires, en colectivo, para visitar a su esposo que cumplía su tarea profesional en la capital misionera. En 2009, decidieron designar a Turinetto como jefa de Distrito de la DNV sede Posadas. “Empecé a trabajar acá ya conociendo el ámbito vial. Estuve recorriendo las rutas nacionales (12, 14, 101 y 105) y armé de un equipo con personas de confianza, donde daba las pautas generales y cada uno respondía y trabajaba libremente, con profesionalismo”.
A ese trabajo de administración vial lo ejecutó hasta 2018, año en el que había cumplido 61 años y nuevamente había solicitado el retiro voluntario. “Fue una tarea muy demandante, muy agotadora, por lo que llegó el tiempo de delegar. Decidí que era el momento de dejar. Había dado todo lo mejor de mí, me dediqué mucho, siempre trabajando en equipo y haciendo responsable a cada uno en su área. Fue una entrega total al usuario, siempre pensando la gente”, observó quien siempre estuvo acompañada de un “excelente” grupo de amigas. Paralelo a esto, durante toda su vida hizo actividad física porque cree que es fundamental para acompañar todo lo que uno lleva adelante como profesional. Desde chica jugaba al fútbol, a la pelota paleta. En Misiones se volcó a la práctica de Mami Hockey y estuvo 25 años en el Tacurú Social Club. También incursionó en el tenis e hizo dos años de fútbol en el Club Capri. Ahora toma clases de natación y, a la par, realizaba el entrenamiento para completar este desafío del Cruce de los Andes.