Toda crisis siempre trae sus aprendizajes y hoy quiero reflexionar sobre la importancia de distinguir nuestras expectativas ante el conflicto para que se produzca esa transformación que tanto repetimos -aunque cuesta- y encontrar la oportunidad que trae consigo.
¿Cómo juegan las expectativas en la crisis? ¿Cuántas veces las revisamos? ¿Qué hacemos con eso?
Las expectativas son proyecciones subjetivas de nuestras fantasías acerca de cómo quisiéramos que sean las cosas, respecto a los demás y al entorno. Son inconscientes y allí reside su peligro, nos condicionan y no lo advertimos.
Cuando la realidad no coincide con nuestra elaboración previa interna, surge la decepción y la frustración, acompañada de sufrimiento, culpa, resentimiento, enojo y dolor.
Por ejemplo, planificas un viaje con muchas ganas, amor y esfuerzo, llegas y el lugar no es lo que esperabas, las personas que ibas a visitar no están y todo ese entusiasmo que te sostuvo para lograrlo se vuelve caótico de un momento para otro.
Además de respirar conscientemente, cantar, meditar o cualquier técnica que sirva para traerte a vos mismo, una cuestión clave para poder encontrar la oportunidad que la crisis trae consigo es trabajar la aceptación.
Me refiero a permitir que sea lo que tiene que ser. Si bien dicho así parece muy sencillo, con la nube negra en la cabeza y las emociones a flor de piel, no lo es tanto.
Aceptar nos permite volver a nosotros mismos y conectar con nuestra capacidad de accionar en lugar de reaccionar.
Sin embargo, lo más común es que sigamos intentando según nuestras expectativas, contra la realidad de ese momento, buscándole la vuelta y esforzándonos para que sea como nos hubiera gustado. Aferrarnos a algo caprichosamente, acompañado de emociones como el enojo, nos insume demasiada energía, pero por sobre todo, esta incapacidad de aceptar la realidad, puede afectar vínculos importantes con personas que nada tienen que ver.
Quedar enfocado insistiendo en lo que no es, puede hacer que se te pasen de largo oportunidades que ni te imaginabas.
Entonces, cuando veas que la nube negra se acerca, primero preguntate, ¿de quién es esto? Identificá expectativas -propias y sobre los demás-, revisalas, ponelas en suspenso y respetá, dejá que los demás hagan su parte y solo encargate de la tuya.
Cada expectativa frustrada encierra un juicio de valor. Reconociendo la cantidad de juicios que emitimos inconscientemente a cada momento, podremos darnos cuenta de la energía desperdiciada que podríamos haber reconducido hacia algo constructivo. Nuevamente la clave pasa por la observación y aceptación.
Aceptá. Aceptá limitaciones, aceptá que te cuesta aceptar.
Aceptar te permitirá animarte a vivir pequeños duelos cotidianos, incluso en las cosas más sencillas, para avanzar con menos carga y más libre.
Aceptar para estar ahí en ese momento con lo que es, soltar planificaciones e interpretaciones y vivir lo que la vida tiene para nosotros en ese momento.
Aceptar no es resignarse sino distinguir para canalizar esfuerzos y energías en lo que sí podemos influir y seguir adelante.