Es una perrita de gran porte, cruza de labrador, que ya es parte de esa gran familia de vecinos de la zona conocida como de la primera entrega de viviendas, cerca del segundo acceso al barrio.
La Negrita, así la conocen todos, es mimada por todos y hoy tiene una gran casa hecha de madera y techo de chapas, ambientada en su interior con goma espuma y trapos de lana.
Los responsables de esta loable acción son Mirta Vera y su esposo Daniel Cervantes, quienes decidieron darle un lugar especial a la guardiana de la cuadra.
Mirta contó a PRIMERA EDICIÓN que “es una perra que desde vinimos a vivir al barrio la vimos en la calle. Teniendo varias crías hasta que una vecina la castró hace 3 años. Yo tengo una familia de pitbulls y decidí atender la la Negra callejerita. Todos los días le damos comida y agua en mi vereda”.
Así, todos la miman y La Negrita iba de casa en casa, durmiendo donde más le convenía en cada momento, pero “este año le dije a mi esposo: ‘no quiero que Negra pase un día más de frío o en la lluvia’ y como teníamos machimbre de nuestra obra y chapas de zinc él le armó una casita de 1.30 x 1.20 forradita y con piso alto. Le coloqué unas gomas espuma y trapos de lana. El sábado ya durmió y comió en su casita, y una vecina que también la alimenta la vistió”, por eso la perrita lleva puesta una capita abrigada también.
La calle de residencia de esta mascota callejera y muy guardiana, se llama Claveles y nadie puede pasar por ahí sin que la “cuidadora” no lo registre bien antes.
Mirta desea que “la gente que adopta un animal no lo descarte como basura porque se cansó de cuidarlo. Nosotros hace 7 años no salimos de vacaciones porque no queremos dejar un día a nuestros animales, porque ellos no comen con otras personas solo con nosotros”.
Dijo además indignada que “el ser humano debe comprometerse realmente con ese ser que no tiene voz y depende 100% de su humano, viven por él y para él. Y los rescatistas no dan abasto porque cada vez hay más personas irresponsables”.
Al momento de hacerle las fotos, La Negrita estaba tan acurrucada que apenas se la podía ver dentro de su nuevo hogar y hubo que esperar a que se despierte para hacerle otras tomas luciendo su capa mientras realizaba la correspondiente “recorrida” por la zona. Visitó la escuela donde asisten varios niños de la cuadra donde reside, también dio unas vueltas por el barrio y luego regresó a su morada para comer la comidita que le sirvió Mirta. Así es la vida de La Negrita o Negra, como deseen llamarla quienes ahora ya la conocen.