Para practicar la sonrisa interior, comencemos cerrando los ojos y sonriamos sinceramente para ellos. Relajémonos y sintamos una profunda brillante sonrisa a través de nuestros dos ojos. Relajándolos, sentiremos que podemos calmar todo nuestro sistema nervioso.
Los ojos están ligados al sistema nervioso autónomo (corazón, vasos sanguíneos, pulmones, estómago e intestinos). Éstos producen calma, sentimientos amorosos (que permiten que el cuerpo descanse), que se sienta resguardo y activa similares emociones hacia otras personas. Este sentir promueve la creatividad. Para la filosofía taoísta es energía curativa.
Y acá introduzco algo que escribió Emi Nolde (1867/1956) pintor, quien deja documentos y obras, que sientan las bases del arte moderno. El mismo relata que miraba y amaba las obras de Van Gogh y de Munch y que pintaba con algunos colores de la “luminosidad” con que ellos pintaban; pero que, de pronto, todo se volvió oscuridad. Ahí comprendió que el impresionismo le había abierto un nuevo camino: buscar lo que se halla en lo profundo del hombre y la naturaleza.
“Los hombres primitivos viven en su naturaleza, forman una cosa con ella y son parte del todo…Yo pinto y dibujo procurando conservar algo del ser primigenio. El inmenso mar agitado está todavía en estado primitivo. El viento, el sol y el cielo estrellado siguen casi tal como eran hace cinco mil años”, Emil Nolde (1867/19569).
Nosotros llegamos a conocer, valorar el sistema de prácticas, pensamientos y meditación sobre el budismo, Zen o Budismo Tibetano, etc. Por los años 1920, llegan a EEUU y Europa.
Sabemos que son culturas y sagradas tradiciones milenarias y ya en esos tiempos percibíamos claramente una diferencia en aptitudes con nuestra vida interior y nuestra responsabilidad por el futuro del planeta Tierra.