Mariela Mociulsky, CEO y fundadora de Trendsity y titular de la Sociedad Argentina de Investigadores de Marketing y Opinión, acaba de describirlo como pocas veces se hizo en lo que va de esta nueva crisis argentina: “De la cochera a la vereda, del uniforme al guardapolvo blanco, de Ezeiza a Aeroparque, de la clínica al hospital. La clase media se las rebusca a fuerza de resiliencia y perseverancia para cambiar de piel, pero con el firme propósito de conservar el espíritu que la identifica”.
En un reciente artículo publicado en iProfesional, la especialista advierte que “la vivienda propia, el auto, la educación privada, los viajes, la tecnología y el acceso a un crédito son elementos que la definen; pero que también exigen esfuerzos cada vez más descomunales. Si antes ser de clase media implicaba cierta tranquilidad y auspiciaba un futuro prometedor, hoy ese imaginario colectivo está lejos de la realidad”.
La tesis acaba de nutrirse de un fuerte argumento: el elevado y progresivo índice de pobreza que absorbe ahora con mayor frecuencia a miles de familias a lo largo de todo el país.
El índice de pobreza e indigencia que arroja el INDEC es el contexto. El índice de precios al consumidor que elabora el mismo organismo es el dato cotidiano… y buena parte de la dirigencia argentina es el principal motivo.
La clase media es uno de los sectores más golpeados por la crisis y los datos mensuales sobre acerca del consumo afirman esa realidad.
Una de sus principales características a lo largo de la historia fue la de asimilar los escenarios y adaptar su capacidad. Hoy, sin embargo, el margen de movimiento es demasiado estrecho hacia los costados y la inercia tiende a empujar hacia abajo.