Viviendo en la misma ciudad, no recuerdan haberse cruzado antes. Este año los unió un sueño postergado y las ganas de estudiar, a pesar de la edad y de tener la vida prácticamente resuelta. Nanci Godoy (52) y Juan Daniel Kuriluk (55) son observados y admirados por sus compañeros aspirantes a la carrera de locutor nacional, que se dicta en el Instituto Montoya.
Godoy es docente en Educación de Personas Jóvenes y Adultas (EPJA) y cree que sus ganas de hacer este intento tienen que ver con el hecho de que desde niña incursionó en el ámbito radial y televisivo por medio de su padre, Ángel Godoy, el misionero cantor. Era artista y conducía, en LT17 Radio Provincia de Misiones, un programa netamente solidario como lo fue en su momento ‘Siesta misionera’. Es por eso que a esta altura de la vida se inclinó por la carrera de locutor nacional.
“Crecí con eso incorporado a mi ADN, pero por ser la menor de cuatro hermanos, no tuve el acompañamiento de los mayores que se criaron todos juntos, durante la primaria, el secundario, y luego se desparramaron para hacer su vida. Me tocó criarme entre gente grande, siempre acompañando a mamá y a papá en los eventos a los que él asistía. Y así, él despertó en mí esa pasión por la radio”, indicó.
Comentó que, si bien su padre ya no está físicamente, el día que fue a anotarse y que comenzó el cursillo, experimentó una mezcla de sentimientos y emociones: “Me movilicé hasta las lágrimas cuando me tocó enfrentarme a ese gran desafío, al presentarme ante los profesores y a los futuros colegas. Me vinieron un sinfín de cosas a la cabeza. Y entiendo que es por haber acompañado a papá durante tanto tiempo”.
Recordó que a fines de los 90, uno de sus hermanos se había enfermado y había estado internado en Buenos Aires durante dos o tres años. Durante ese tiempo a Ángel Godoy le tocaba trabajar, alternando sus viajes hacia la gran urbe, con bastante asiduidad: “Fue entonces que empecé mis primeros pasos supliendo esas ausencias, haciendo la conducción del programa. Era un primer desafío, porque no tenía experiencia, no era profesional, era muy joven; pero así comencé, con muchas falencias, omitiendo, seguramente, muchas cosas. Pero como todo protector, papá me hacía ver con humildad y sencillez que, si era mi pasión, si era lo que a mí me gustaba, tratara de estudiar, de capacitarme, para poder desempeñarme como profesional, con un carnet habilitado”.
Entre tantas enseñanzas que le dejó su padre, enfatizó en su insistencia sobre la importancia de estudiar: “Hubo una época en que explotaron en el éter las Frecuencias Moduladas (FM) truchas, en las que muchos se animaron, de la noche a la mañana, a pagar un espacio y a creerse locutores. Él me hacía ver esos detalles. Valoré todo eso, lo tomé en cuenta, lo atesoré, y me puse a mirar que en esa época había muy pocos locutores nacionales habilitados, que habían pagado un precio para estudiar, para capacitarse”.
“Con Juan nos propusimos aprender mucho de los jóvenes y no dudamos de que ellos también aprenderán mucho de nosotros, como adultos con años de experiencia y golpes de la vida. Esto es un sueño dormido, postergado”, señaló Godoy, nacida en el barrio Las Malvinas.
Terminó el secundario ya de grande, lejos de imaginarse que hoy por hoy podría desafiarse a sí misma. “A muchos les llama la atención. Si bien no hay una edad para poder seguir luchando por los sueños, esto era impensado. Pero me acerqué al Instituto Montoya, consulté, me dieron los requisitos y me dijeron, ‘mañana es el primer día de cursillo’. A estas jornadas las estoy viviendo con emoción, con adrenalina. Todavía no caigo. Pienso y repienso, me emociono”, describió, mientras su esposo, Julio Masacote, registraba las imágenes de la entrevista con Ko´ape.
Insistió en que comenzar de cero en esta etapa de su vida la emociona muchísimo: “Además del desafío propio de nuestra edad, el trabajo, las obligaciones, la mente tiene que estar despejada. Animarse a estudiar en esta época, con muchas otras cosas en la cabeza, es todo un desafío. No encontrarnos a otros mayores en el curso; somos los dos únicos, y es una experiencia distinta. Sabemos que la vida misma es una enseñanza diaria, es una escuela, donde en cada día de clases vamos aprendiendo, intercambiando opiniones. Con Juan nos propusimos aprender mucho de los jóvenes y no dudamos en que ellos también aprenderán mucho de nosotros, como adultos, por los años de experiencia, los golpes de la vida. Esto es un sueño dormido, postergado, que gracias a Dios hoy tengo la posibilidad de comenzar”. Toda una sorpresa para sus hijas Marina y Andrea, que “todavía no saben nada, porque es un momento en el que también están iniciando una nueva etapa en sus vidas”.
“Ahora quiero hacerlo”
Kuriluk fue por muchos años operador de radio, por lo que también la locución le resultaba una cuestión familiar. Pero había que dar ese paso. La idea fue madurando con el tiempo y, finalmente, llegó el día porque cree que “Dios acomodó así las cosas”.
Contó que se desempeñó como DJ en el boliche New Face y que incursionó como operador a partir de 1990, en FM Uno. En 1992 pasó a Radio Tupá Mbaé, donde permaneció por 29 años. “Empecé a ver toda la movida de la gente que estaba estudiando acá, como Marité Bebié, Joselo Schuap, Jorge Kurrle, Silvia Teibler, Luis Sváncara, y me dieron ganas de estar del otro lado. Pero, por una u otra cosa, no podía. Entre otras cosas, porque no había terminado el secundario, porque siempre fui ‘vago’ para estudiar. Me estoy desconociendo porque ahora quiero hacerlo. En esa época tenía un solo trabajo, formé familia, postergué el tema del estudio, y me integré a la provincia”, expresó el padre del músico Juan Cruz Kuriluk, quien se siente feliz y orgulloso con este nuevo desafío personal en la vida de su progenitor.
Con el advenimiento de la pandemia, lo había hablado con Carla, su esposa, y le había comentado que “era el tiempo ideal porque debido a las restricciones no me iba a ocupar tanto de mi trabajo, porque era virtual, y podía haberlo hecho. Pero siempre digo que Dios pone su mano sobre nuestras decisiones”.
Recordó que una señora, al enterarse de que no había terminado el secundario, le dijo: “Las cosas vienen cuando son, y vas a terminar el secundario cuando sea”. En este contexto, agregó: “A los 28 años terminé el secundario acelerado. Tuve que hacerlo por las exigencias laborales. Y esto estaba pendiente. Hoy, gracias a Dios, estoy motivado, pero digo que me desconozco porque me cuesta sentarme a estudiar. Sé que hay que convertirlo en un hábito. Le pido a Dios que me ayude en eso”.
Nacido en el barrio Tajamar, Kuriluk entiende que “el saber te da poder, y que para el estudio no hay edad”. Se mostró expectante y celebró que con los estudiantes del curso conforman un lindo grupo: “Somos 25 en total, donde todos charlamos, nos divertimos, pero también compartimos los nervios propios del momento que nos toca. Mi propuesta en honor a esa camaradería fue que nos ayudáramos entre todos en esta etapa”.
Hoy por hoy “me siento cómodo con mi compañera de estudios, con la que somos casi pares en edad, y con los demás chicos, que intentan ingresar a la carrera después de haber egresado del secundario. Me siento feliz, como un joven universitario. El envase puede ser viejo, pero el contenido, el espíritu, el pensamiento, es joven y nos empuja a hacer cosas. Está bueno, y vamos a aprender de ellos, y ellos de nosotros. Y lo que más anhelo es que todos podamos ingresar, porque después de este tiempo de preparación tenemos que rendir con las autoridades del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER)”, sostuvo quien había ingresado a la carrera de letras, en la UNaM, pero “por falta de tiempo, decidí dejarla, y esa fue mi primera frustración”.
Contó que en Tupá Mbaé estuvo ante el micrófono en varias oportunidades, “porque me animé, pero vengo para que me enseñen sobre la respiración, las posturas delante del micrófono, cómo sentarse correctamente, cómo tomar aire. Vamos a poner todo el empeño para que así sea”, en los que serán tres años de estudio, una vez que superen la prueba decisiva.
Kuriluk piensa en la carrera como una oportunidad para “el día de mañana, cuando me jubile, poder hacer un programa, porque este aprendizaje no tiene fecha de vencimiento. Me gusta mucho la radio. Desde niño siempre me llamó la atención. Tenía la manía de encender las radios adonde fuera. Con mi amigo teníamos la costumbre de escucharla por la noche; por ejemplo, sintonizábamos en LT17 a ‘Mosquito’ Gali, con Espiral, que iba de 00:00 a 2:00. Amanecíamos escuchando radio, los temas de moda que salían. También emisoras de Encarnación, LT4”.
“Conozco bastante de tecnología, y aprendí mucho de periodistas, de locutores, conductores, en la emisora del Obispado de Posadas. Hago teatro en el grupo Antifaz –donde Azucena Fontán era la directora- y creo que a raíz de eso corro con cierta ventaja porque te entrenan para perder el miedo”, analizó, al tiempo que agradeció a las autoridades del Consejo General de Educación, quienes le permitieron cambiar los horarios laborales para poder cursar.