El 12 de enero de 2003 fallecía Leopoldo Fortunato Galtieri, presidente de facto de la última dictadura militar argentina.
Pasó a la historia como el militar que envió el 2 de abril de 1982 a miles de jóvenes a la Guerra de las Islas Malvinas sin preparación, armas, ni comida, y con la sola intención de perpetuarse en el poder.
El teniente coronel asumió la Presidencia de facto del país en diciembre de 1981 y, pocos meses más tarde, decidió emprender una aventura militar para renovar el apoyo a la dictadura que gobernaba desde el golpe de Estado de 1976.
La “causa Malvinas” era el pretexto ideal porque Argentina reclamaba ese territorio enclavado en el extremo sur del Océano Atlántico, a escasos kilómetros de sus costas, y que el Reino Unido
ocupaba desde 1833. En su frase histórica: “Si quieren venir, que vengan, les presentaremos batalla”, el dictador retó al gobierno de la primera ministra Margaret Thatcher, creyendo que el ejército británico no se desplazaría 12 mil kilómetros para defender una isla con tres mil habitantes.
La guerra dejó, para los argentinos, a 649 soldados muertos, aunque en los años posteriores el número de víctimas indirectas se multiplicó porque se suicidaron alrededor de 500 excombatientes que no pudieron soportar las secuelas del conflicto.
El 18 de junio de 1982, Galtieri tuvo que renunciar a la Presidencia que ocupó sólo durante seis meses y después, en un juicio militar, se le declaró culpable de negligencia en la Guerra de Malvinas, por lo que estuvo cinco años preso, además de ser degradado.
A finales de la década de 1980, el represor fue indultado por el expresidente Carlos Menem, pero dos décadas más tarde tuvo que enfrentar un juicio por delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar.
Galtieri fue acusado de graves violaciones a los derechos humanos durante su gestión como jefe
del Cuerpo de Ejército II en Rosario en la segunda mitad de los años 70.
El militar no escuchó la condena en su contra porque murió el 12 de enero de 2003, mientras continuaban las audiencias del juicio en el que quedó claro el repudio que su figura generaba, entre otros crímenes, por haber lanzado al país a una guerra sin salida.