La cremación de los difuntos se convirtió en una opción requerida y así también los cinerarios, más en estos tiempos de pandemia a causa del COVID-19 y los lugares donde llevar las cenizas también.
El cinerario de la parroquia Sagrada Familia de Posadas, fue el primer cinerario de la ciudad, creado en 2017. Es un espacio donde las familias pueden llevar las cenizas de sus familiares difuntos y guardarlas allí, en ese espacio sagrado.
El sacerdote, Alberto Barros, contó a PRIMERA EDICIÓN que “el cinerario sé creó en junio del 2017 y actualmente existe una demanda enorme, creo que por dos motivos, uno porque el tema de la cremación se fue haciendo cada vez más normal en las decisiones que toma la gente para quien está por fallecer que pide ser cremado o la decisión de la familia, también hay gente que no le gusta los cementerios, y llevan las cenizas de su familiar a un lugar en una parroquia que implica un cierto ámbito oración”, indicó.
Contó que con el tiempo la demanda en el cinerario se hizo mayor, “para tener una idea, cuando iniciamos con el cinerario hace cinco años más o menos, teníamos una celebración mensual, que hacíamos el primer domingo del mes y que a veces era para cuatro o cinco fallecidos y estos dos últimos años aumentó un montón. Ahora las celebraciones las hacemos los viernes de cada semana y tenemos entre siete y hasta nueve cenizas de fallecidos por semana, cuyos restos están ahí en nuestro cinerario”.
“Las muertes por COVID-19 generaron también una demanda para cremación, los que fallecen por COVID se recomienda la cremación y hubo muchas familias que han traído los restos de sus seres queridos fallecidos por COVID”, explicó el sacerdote.
Contó que hace una semana “había 450 personas fallecidas cuyos restos están en el cinerario” de la parroquia Sagrada Familia. Barros indicó que lo que busca principalmente “es acompañar a las familias, lo que más nos importa es acompañar el dolor de las gente, acompañándolos en la tristeza de perder un ser querido, renovar en la esperanza y en la certeza de que quien murió hoy nos acompaña desde un lugar feliz y amándonos desde la vida eterna, acompañar, escuchar, compartir el dolor de la gente, la esperanza de la gente y reafirmar esta mirada de la vida eterna”, dijo.
Un lugar de paz y oración
Con respecto al lugar donde se dejan las cenizas y el espacio para las familias, Barros contó que “es una pequeña capilla, un pequeño oratorio, hay un altarcito que tiene una tapita que se abre hacia abajo, donde se colocan las cenizas de quien falleció, previamente se coloca las cenizas dentro una bolsita de tela que le damos en la parroquia, la familia escribe el nombre del fallecido, pueden poner alguna frase de despedida. Es un espacio pequeño que invita a la oración, la familia puede ir y llevar una flor, hay una sillas que están ahí así la gente se sienta un rato para rezar, es un pequeño espacio de oración”.
Explicó que muchos familiares de los difuntos cuyas cenizas descansan en el cinerario van a llevar una flor, a visitar a sus difuntos, porque la muerte, la desaparición física de los seres queridos “tiene que ver con el recuerdo de nuestros seres queridos, la oración, la certeza de que nos acompañan desde el cielo y aquí están sus restos materiales como signo de su paso por este mundo y es un lugar para agradecer su historia en este mundo, su paso por nuestras vidas, un espacio para agradecer que están con Dios y desde allí nos aman y nos acompañan”, indicó el sacerdote.