El 13 de enero de 2017 se iba una de esas personas que merecen largamente el calificativo de inefables, es decir, que no hay palabras para hablar de su trayectoria, de su personalidad, de su vida y de sus actitudes frente a la vida.
Ha seguido el camino que le trazara su destino de cantor. Aunque él no era un cantor solamente, sino un intérprete de las realidades de la gente del pueblo, de sus sueños, de sus desilusiones y de sus amores y tristezas.
Heráclito Catalino Rodríguez dejó como perdido detrás de su seudónimo, Horacio Guarany, su nombre de pila. Desde la cuña boscosa de Santa Fe, hasta la litoral isla de Alto Verde, Horacio era el vocero de los sin voz, desde el canillita hasta la “villerita”, el poeta de los amores en el adiós o en la permanencia y el grito llamando a la lucha cuando la presión ahogaba a su pueblo.
A su rebautismo le agregaron “Pueblo”: Horacio “Pueblo” Guarany, le llamaban los más conocidos animadores de festivales y conductores de programas de folclore y tanta fue su notoriedad, o mejor dicho, la de su canto combativo a la par que poético y popular que debió conocer el destierro.
Lejos de su tierra compartió el desarraigo de tantos hombres y mujeres de las letras y de la música y el canto, entre ellas Mercedes Sosa.
“Si se calla el cantor”, decía Horacio desde el disco, en Cosquín o Jesús María o desde las pantallas del cine. Lo gritó también en el escenario del Festival del Litoral de Posadas, en memorables presentaciones, y en casi todos los países de América morena.
Nadie podrá olvidarlo. Ni olvidar ese saludo suyo al encontrar a algún amigo después de varios años… “Hola hermano; hace unos cuantos litros (de vino), que no estábamos juntos”.