Observando cómo nos comunicamos veo que solemos hablar de lo que nos sucedió y de lo que tenemos planeado hacer, pero pocas veces somos conscientes de lo que está sucediendo en este momento.
Se escucha: “vive el momento”, “la vida es aquí ahora” y otras frases sobre el tema, pero ¿cómo aplicarlas en nuestra vida?
Estamos acostumbrados a vivir en automático, es como si nadáramos en la superficie de un río, no requiere mucho esfuerzo, hasta podemos flotar, pero cuando nos sumergimos tenemos que tomar aire y hacer un esfuerzo para nadar hasta salir otra vez a tomar aire, sucede lo mismo con la vida, vivir profundamente implica sumergirse en lo más profundo de nosotros para poder vernos, conocernos, saber nuestros deseos, frustraciones y eso ¡cuesta!
No todos podemos o no nos animamos a hacerlo, a veces ni siquiera reflexionamos en ello, vivimos disociados como si la vida fuera de otro. Me costó practicar esto, no fue fácil, me enojé, me desilusioné hasta que pude aceptar lo que había pasado, lo que había elegido, lo que no había dicho, lo que dejé que hagan conmigo, hasta que fui aceptando mi vida tal como era. Aprendiendo a relajarme y soltar puedo disfrutar el momento presente sin querer tener el control.
Hoy sé que no controlo nada. Disfruto de la sencillez de caminar, respirar, intento asombrarme con la belleza de las flores, miro menos edificios y más árboles, pajaritos y observo cómo viven sin estrés, sin todo ese control que queremos tener.
Vivir el ahora se practica como una gimnasia y podemos hacerlo en cualquier momento, desde sentir el agua que nos cae al bañarnos hasta sentir los pies al caminar.
Cuando llevamos la atención al cuerpo nuestra mente se aquieta y aparece nuestro ser que esta ahí golpeando dentro nuestro queriendo ¡expresarse!
Hoy podemos probar hacer eso, respirar y sentir nuestro cuerpo, ¿qué tiene para decirnos? ¿Nos sentimos plenos? ¿Vivimos el presente o estamos proyectándonos hacia más adelante?
Recordemos que la vida es ¡hoy! Mañana nadie sabe que sucederá. ¡Que Dios los bendiga!