Mirando al río Paraná casi como un nostálgico que sueña con volver el tiempo atrás, un vecino de esta ciudad recordaba ayer con un dejo de tristeza y añoranza, sentado en un banco de la costanera, el paso fluvial de la lancha “Marylin”, que trasladaba pasajeros desde Posadas a Encarnación y viceversa.
Junto a esos ojos cargados de emoción, el almanaque nos recuerda que este 29 de enero se cumplen seis años del último viaje que la histórica embarcación realizó sobre el “pariente del mar” rumbo al puerto de Pacu-Cuá (Paraguay).
El sofocante calor de ese jueves de fines de enero no hacía presagiar que iba a ser el último e histórico día de viajes para los vecinos posadeños y paraguayos y circunstanciales turistas que elegían este medio de transporte para pasar de un país al otro.
Sin embargo, Luis Aldana, entonces propietario de la embarcación, ya tenía apuntado este triste final y por una sola razón: la habilitación del tren internacional. Dicho servicio ferroviario fue desde su inauguración un “desleal competidor” frente al de las lanchas.
“Las cosas se volvieron bravas porque ni siquiera alcanzamos a salvar los costos. Esto nos obliga a suspender el servicio durante un tiempo”, indicaba Luis Aldana a PRIMERA EDICIÓN en la triste mañana del 30 de enero, cuando la Marylin ya no salió del atracadero posadeño.
“Es una lástima porque hay muchas personas que ocupan la lancha como alternativa al puente, porque saben que en cinco minutos están del otro lado, pero voy a suspender el servicio por 180 días; si no encuentro respuesta alguna en ese lapso, la lancha dejará de funcionar, pero esta vez, de manera definitiva”, sentenciaba en esa entrevista.
Y así fue: nunca más hubo servicio de lanchas de pasajeros que conecte Posadas con Encarnación, mientras el tren que hizo sucumbir el servicio fluvial, ya sin competencia, empezó a multiplicar su precio y reducir prestaciones.
Hoy, con el cierre de fronteras desde hace casi diez meses por el COVID-19, el regreso de este medio de transporte por el río parece aún más remoto.