En el artículo pasado refería a la importancia de cuidar los pensamientos que tenemos, ya que determinan la realidad que vivimos y la capacidad de cambio de una persona cuando deja de tomar decisiones en automático.
La neurociencia ya posee comprobación científica respecto a la adicción química emocional que explica en parte porque nos quedamos rumiando en el mismo tipo de pensamiento, lo que nos lleva a tomar más o menos siempre las mismas decisiones. Nos volvemos adictos a los químicos que se producen cuando los tenemos. Nuestro cuerpo termina pensando por nosotros.
Por ejemplo, conozco parejas que discuten todo el tiempo, con la capacidad de generar la tercera guerra mundial a partir de cuestiones mínimas. Esto les genera un tsunami de emociones que repercuten en el cuerpo y no pueden controlar. Parecería que estar mal los hace sentir bien, están acostumbrados a eso. Son adictos químicamente, eso los hace continuar juntos en la relación así vivan peleando.
Este ejemplo puede repetirse en las relaciones con hijos, amigos, padres, compañeros de trabajo, desconocidos e incluso con nosotros mismos.
Si todos los días te enojas, si todos los días te sentís frustrado, si todos los días sufrís, si vivís en el lugar de víctima, todos los días estas reconectando y reintegrando una misma red neuronal. Y esa red neuronal tiene ya una relación duradera con esas otras células nerviosas volviéndose tu “identidad“.
Como enseña el Lic. Leonardo Medrano, cada célula del cuerpo tiene receptores en el exterior. Cuando un péptico alcanza un receptor se encaja en él como si de una llave y una cerradura se tratase. Esto activa determinados comportamientos, mandando una señal a la célula. Mientras esta llave está ahí transforma la célula. Desencadena un torrente de reacciones químicas, algunas de las cuales acaban con cambios en el mismo núcleo de la célula.
Al repetir esos patrones emocionales, nuestras células se vuelven adictas a esas sustancias químicas. Las células le piden al cerebro, una y otra vez esas sustancias, y nuestra mente asocia los pensamientos a recuerdos del pasado ligados a esas emociones para liberar más transmisores.
Sentirse permanentemente una víctima, o culpable, o enfadado, o vulnerable, sentirse que lo controlas todo, o nada… son sentimientos que vienen asociados a recuerdos. Cuanto más extendemos esta adicción en el tiempo, más recuerdos hemos creado para satisfacer nuestras adictivas demandas emocionales.
El hecho de ser seres humanos, química y físicamente emocionales se convierte en una limitación cuando no hacemos más que acceder a las mismas emociones y actitudes todos los días, sin reflexionar que somos los artífices de nuestra vida.
Esta adicción química emocional negativa también puede darse de manera positiva, por ejemplo estar felices y llenos de energía. Mejoremos nuestra vida haciendo consciente de que pensamientos nos estamos nutriendo.
Colabora
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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