MADRID, España (AFP-NA). Un año después de su aplastante victoria electoral, el viento ha cambiado para el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, confrontado a una situación económica desastrosa, una gran indignación popular y un desafío independentista en Cataluña.“Es verdad que las medidas que estamos tomando hacen daño a mucha gente”, “pero son imprescindibles”, reconoció el lunes, en la víspera del primer aniversario de su victoria en las urnas. “Ya sabíamos que este año era malo”, pero “en el año 2014 va a volver el crecimiento económico”, insistió.Bajo la mirada de Bruselas, el Gobierno aprobó un plan de tres años que prevé ahorrar 150.000 millones, logrando evitar, al menos de momento, un rescate global de su economía, pese a quedar expuesto a las críticas de los que lo describen como atado de pies y manos frente a la crisis. “Dicho de manera directa, Rajoy tiene falta de liderazgo. No está actuando como un estadista, aunque lo que hace falta en España es un estadista”, dice Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid.Hace un año, este gallego de 57 años arrasó en las elecciones legislativas, desbancando al anterior Gobierno socialista y dando a su formación, el Partido Popular (PP), su mayor victoria electoral desde el regreso de la democracia a España tras la muerte de Franco en 1975. Pero desde entonces, las malas noticias no dejan de acumularse: el desempleo, la recesión, la deuda y el déficit públicos se disparan.Jurista de formación, Rajoy prometió transparencia ante las “mentiras” de los socialistas, pero se lanzó con su equipo a un baile de cifras que dañó su credibilidad ante los mercados y el electorado.Así, a fines de septiembre, anunció que el déficit público alcanzaría el objetivo fijado del 6,3% del PIB y dos días más tarde reconoció que habría un desvío, al menos temporal, que lo llevaría al 7,4% debido a una ayuda pública a los bancos.Aunque oficialmente Bruselas respalda los esfuerzos de España, “su Gobierno se ve como un Gobierno oportunista y no fiable”, afirma Antón Losada, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Santiago de Compostela. “Por ejemplo, anuncia una cosa en Bruselas y otra en Madrid ¿Cómo puede comprometerse a cumplir el déficit y prometer una revalorización de las pensiones?”, dice Losada.“¿Da la talla Mariano Rajoy?”, se preguntaba el semanario económico francés Challenge, aludiendo a las dudas europeas, mientras que The Economist lo calificó de “insondable” y “enigmático”.En agosto anunció en persona los recortes presupuestarios, minando la imagen de “buen padre de familia”, tranquilizador y valiente que quería proyectar.Su imagen se resintió también cuando apareció en una fotografía en Nueva York fumando un puro mientras su Gobierno anunciaba nuevas medidas de austeridad y suscitó sornas con la publicación en la página web del Gobierno de una fotografía en la que posaba tímidamente junto a Barack y Michele Obama. Pero lo que más impaciencia ha causado es su reticencia a solicitar un rescate global para la economía española, después de haber obtenido una ayuda europea de hasta 100.000 millones de euros para sanear el sector bancario español, a pesar de que, por ahora, se beneficia de una calma en los mercados.“La gran crítica que se puede hacer a Rajoy es que ha perdido tiempo”, considera Vallespín, quien reflexiona que “tal vez es muy dependiente de la política interior” primero con las elecciones andaluzas (en verano, donde los socialistas se mantuvieron en el poder) y después en los comicios vascos y gallegos.La derecha se mantuvo en el poder en Galicia, pero no pudo impedir la subida de la izquierda independentista en el País Vasco.“Rajoy tiene otro gran reto con las elecciones catalanas”, afirma Losada, recordando que el presidente de Cataluña, el nacionalista Artur Mas, convocó comicios anticipados para el 25 de noviembre y quiere organizar un referéndum de independencia ante la negativa del Gobierno central a negociar una mayor autonomía fiscal para esa comunidad.Aunque el proyecto de los nacionalistas sigue siendo ambiguo, el reto independentista es lo suficientemente serio como para que el presidente del Gobierno se lance personalmente en la batalla electoral y acuda a Barcelona el viernes.





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