POSADAS. La jornada de producción de ladrillos no sabe de descansos en el barrio La Estepa, justo al final de El Porvenir I, donde la misera creciente y las necesidades insatisfechas de esa porción de la población están en carne viva. La historia de marginación no es nueva para las noventa familias de oleros asentados allí hace quince años, donde hombres y mujeres se matan trabajando por igual y sin embargo su situación de miseria y marginalidad sigue siendo la misma de siempre. El barrio forma parte de uno de los cinturones de pobreza más terribles de la zona urbana en la capital provincial, donde alrededor de 500 personas no tienen siquiera agua -que por lo menos parezca limpia- para consumir en el día a día. La que toman es la que pueden sacar de los bañados que proliferan en esas tierras o la que se apuran a juntar los días de lluvia. Tampoco hay energía eléctrica domiciliaria; por allí pasa un tendido de electrificación rural que apenas alcanza para encender algunos focos hogareños, pero ni pensar en poder enchufar un televisor o heladeras. La mayoría de las casas están hechas de costero con techos de lona. Casi como vivir a la intemperie… Tampoco hay servicios, sólo cuentan con tres frecuencias diarias de un micro del transporte urbano, no hay centros de salud y la única escuela está a dos kilómetros de camino de tierra. Para colmo, en La Estepa todavía tiene enorme vigencia una antigua problemática, que ya es un estigma de los oleros, directamente ligada a la producción de ladrillos: los intermediarios, quienes viven a costillas de esta gente, aprovechándose de la necesidad, porque hasta ahora todavía tienen el sartén por el mango al contar con los recursos para ubicar en el mercado la producción, de tal manera que quien quiere vender está obligado a aceptar el valor que ofrecen. La falta de acuerdo entre vecinos es un gran tropiezo para todos en vista de que se hace imposible establecer un valor común. Sin embargo, la mentalidad empieza a cambiar y ya en la venta de esta última producción se mostraron más organizados y no se movieron de la decisión de cobrar 700 pesos por cada carga de mil. “Nuestro primer proyecto de trabajo fue acompañar para unificar los precios estándar de ladrillos. No obstante el objetivo mayor es poder brindar una tecnificación, ya que todavía trabajan con malacate y rinde poco lo que pueden producir”, graficó brevemente la funcionaria de la dirección de Economía Social municipal, Lucía Brodwicz. Una esperanzaOtra buena es que distintos actores del Gobierno están participando desde hace dos meses con diferentes aportes, desde la capacitación para brindar tecnificación a la labor que desarrollan y con asistencia mediante distintos programas, como por ejemplo el plan “Cuna”, dirigido a las mujeres embarazadas, y el más importante: el de las huertas familiares, para lo cual los están capacitando no solamente para consumo personal sino para una potencial distribución en el Mercado Concentrador, como una alternativa de diversificación. Hasta ahora la meta es poner a producir 16 huertas de mil metros cuadrados. Con este panorama bastante alentador y con las verduras mostrando un buen crecimiento, el espíritu de entusiasmo prevalece en el barrio y tras la visita de PRIMERA EDICIÓN todos quieren contar cómo les va en la huerta que trabajan y cuidan con desvelo. Los plantines que reciben se hacen en el vivero municipal y su ejecución cuenta con la asistencia financiera del IFAI. La idea es que puedan reforzar los ingresos económicos que ya tienen con las olerías. Muchos de los que están dentro del proyecto son provenientes del interior de la provincia, con lo cual ya tienen nociones de la actividad agrícola y los buenos resultados saltan a la vista. Día del NiñoEl jueves 15 van a celebrar por primera vez el Día del Niño. Los vecinos ya se vienen organizaron para juntar los juguetes para los chiquitos. Más allá de esto todavía falta mucho para poder entregar regalitos a todos, con lo cual pidieron la colaboración de la población. Como todavía no tienen organizada una comisión vecinal, las donaciones se pueden hacer directamente a los mismos vecinos. El Porvenir está situado detrás de la sede social Tacurú y hay que llegar hasta el final.





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