POSADAS. Carlos Schvezoc es uno de los pocos físicos que tiene la provincia. Nacido y criado en Posadas, luego de acuñar su título de grado, de postgrado, un doctorado y un post doctorado eligió esta ciudad para vivir. En una charla sin desperdicios con PRIMERA EDICIÓN, habló de su vida, su formación, su familia, su trabajo y sus sueños. Schevezoc es hoy presidente del Cedit. ¿No se siente un talento desperdiciado en Misiones? Me siento bien, siento que podemos hacer mucho en la provincia aunque es cierto que acá se hace menos de lo que se podría hacer en otro país. ¿Dónde vivió durante su exilio?En Vancouver (Canadá). Ahí hice la maestría, después volví al país durante tres o cuatro meses en 1983… pude votar. ¿Se fue por la dictadura militar? Después de presentar mi tesina en el Centro Atómico Constituyente, en 1975, volví a Posadas. Fue ahí cuando me chuparon los militares por unos días. Estuve desaparecido seis días, me tuvieron en la Brigada de Investigaciones… conocí a mis carceleros y me los crucé varias veces en la calle… sentí mucho frío, pero ahora parece que ya no están, creo que los echaron. No voy a dar sus nombres. Me acuerdo que fueron a buscarme a mi casa, eran las dos o tres de la mañana, fue terrible… justo estaba mi hermana con mis sobrinitas durmiendo en el piso. A uno de los militares que quedó afuera se le escapó un tipo, se armó un lío en el barrio. Éramos tres los que llevaron esa madrugada a la Brigada de Investigaciones, no me torturaron físicamente pero esos días fueron una tortura psicológica. Es que el primer día pensábamos que, cuando fueran a los registros, se iban a dar cuenta que no teníamos nada malo y nos largarían. Pero duró casi una semana. A mí me llevaron junto a Pichón Velázquez, el profesor del Instituto Montoya; y Élido de Lima que fue presidente del centro de estudiantes de la facultad y ahora está en el INAL. Entonces no me fui de Argentina porque no podía hacerlo. Tenía miedo de contactar y perjudicar a mis amigos, yo militaba un poco en la izquierda peronista… Uno no podía decir nada para no poner en riesgo la vida de la familia y los amigos. Recién en 1980 pedí para irme del país y, en 1981 se puso todavía más difícil porque el propio Videla tenía que autorizar por decreto la salida del país de una persona empleada en el sector público. Pero después, por suerte, gente de la universidad se dio cuenta que se podía prescindir del decreto y pude irme a Canadá. ¿Ya tenía hijos cuando se fue por segunda vez a Canadá? ¿Porqué volvió a ese país?Para hacer mi doctorado. Mi señora estaba embarazada de mi hijo mayor, ella se quedó en Posadas tres meses y después se fue. Mi segundo y tercer hijo nacieron en Canadá. La primera vez, volvimos en el 1987 a Argentina, yo ya había hecho el doctorado y el post-doctorado. Pero en Canadá me dijeron que me necesitaban, que harían un curso internacional para un cargo de profesor. Volví a Canadá como profesor en 1989, para ello tuvieron que cerrar la convocatoria en Canadá y después de confirmar que no había candidatos para ese cargo docente en ese país, pude entrar yo. Fue por dos años y la idea era, al cabo de ese tiempo, decidir si nos quedábamos definitivamente allá. Pero todos queríamos volver al país, la verdad es que uno siempre quiere volver pero el tema es si vale la pena. ¿Y valía la pena? En Canadá ganaba bien pero la mitad del sueldo se iba en impuestos. Ya tenía cuatro hijos (el cuarto nació en Argentina) y con ese único sueldo como profesor casi no nos alcanzaba para vivir. En la actualidad, los sueldos docentes de las universidades argentinas son comparativamente mejores a los de Canadá. Además, acá tenemos un estándar de vida muy diferente al de allá. En Canadá, el costo de vida es muy alto y el costo de un alquiler es altísimo. Cuando nos fuimos, nos dieron una casa en el campus que alquilábamos a un valor muy bajo por ser docente nuevo, pero esa casa debíamos devolverla a los dos años. Entonces, para alquilar una casa a una o dos horas de la universidad debíamos pensar en 1.500 dólares, o sea la mitad de lo que yo cobraba de bolsillo después que me descontarán todos los impuestos. Tampoco tenía sentido que mi señora, que era ama de casa, trabajara porque los 17 mil dólares iniciales (anuales) son para el Estado, con un sueldo de 30 mil anual. En cambio, siendo ama de casa, tenía más derechos y recibía más ayuda para educar a los hijos… en otras palabras, convenía más no trabajar.Mi señora hizo en Posadas la carrera de Bioquímica y, cuando regresamos, hizo la maestría y hoy es docente en la Facultad de Ingeniería a Química. Nos conocimos en la facultad, en 1976. Era mi alumna y aprendió. ¿Qué recuerda de la secundaria? Yo hice la secundaria en la Comercio 1 que por ese entonces estaba en el centro (Entre Ríos y San Lorenzo). Mis mejores amigos eran Eduardo “Tolo” Genesini (propietario de la empresa Pro-obra); Chertin que era un judío muy capaz, un gran líder… otro talento que no se quedó en Argentina, creo que está en Israel. Mi otro amigo era Miguelo Ruíz, el médico. Ninguno de mi grupo estudió para contador. Te cuento una anécdota, éramos dos quintos años en la Comercio y uno de los cursos tenía que dedicarse a la feria de ciencias y el otro a la carroza. ¿Sabés a qué nos dedicamos nosotros? -Estimo que a la feria de ciencias… ¡No! ¡A la carroza! Los cuatro nos dedicamos a la carroza, éramos los carroceros. Y ese año ganamos por primera vez el primer premio por la carroza… lo que nos costaba mucho era conseguir reina, porque éramos muchos varones y las pocas chicas que iban a la Comercio no se querían mostrar, no era como ahora, no existía el cholulismo. ¿Qué tuvo en cuenta a la hora de elegir su formación académica? Bueno, yo no podía irme a estudiar a otra ciudad porque mi familia era muy humilde. Mi viejo era herrero y mi mamá ama de casa… digamos que comíamos salteado. En 1968 comencé a estudiar en la Facultad de Ingeniería Química… donde ahora doy clases en un cuchitril mucho más chico… pero ahora nos vamos a agrandar porque sali&oa
cute; el IMAN. Cuando estudiaba, un día estábamos en el laboratorio de Física II y alguien contó que se iba a presentar en el Instituto Balseiro y entonces nos sumamos otros dos. Al final, de los tres, entré yo al Balseiro y comencé a estudiar Física. No terminé de estudiar en el Balseiro, perdí la beca ahí, por bajo rendimiento (¡también tenía que vivir!). Pero después terminé la tesina en el Centro Atómico Constituyente (Buenos Aires)… creo que hay que contar que no hace falta estar 24 horas en un laboratorio para ser científico, por supuesto que a veces se necesita estar muchas horas en el laboratorio para que salga algo pero no hace falta que salgan muchas cosas para que se pueda producir algo. En mi caso, con dos experiencias exitosas hice mi tesina sobre solidificación. Terminé en 1975 y volví a Misiones porque tuve una diferencia con la gente del Centro Atómico y no quise aflojar. Yo quería salir del país para hacer mi doctorado, había contactado gente del MIT. Pero mi supervisora me desaconsejó que intentara ir con Merton C. Flemings porque no me iba a dar bolilla… por suerte, después de conocer a la gente del MIT me di cuenta que ¡fue un gusto no haber ido!. ¿La solidificación sigue siendo su eje de investigación?Sí, sigue siendo mi tema la transformación de fase de líquido a sólido. Más del 90% de la producción de metales y aleaciones, en algún momento, sufre el proceso de solidificación. Es el proceso más importante en materiales, no sólo en metálicos sino también en semiconductores. ¿Qué lo hizo regresar con su doctorado en Física a su pueblo natal, Posadas?Nunca había roto vínculos con la Facultad de Ingeniería Química, ahí iba cada vez que podía. Después de regresar de mi primera estadía en Canadá, había concursado para una beca del Servicio Naval de Investigación y Desarrollo (SeNID)… había muy pocas becas por entonces, y gané. Era para trabajar en soldadura para grandes planchones para la construcción de barcos… en aquel momento la Armada quería hacer el submarino atómico. Pero yo no quería hacer planchones y les dije que me quería ir. Entonces, el que era mi supervisor me dijo que me consiguió un cargo público en Atucha pero su superior me dijo que era el SeNID o nada. Y elegí volver a Posadas. Aunque mi vínculo con la Comisión de Energía Atómica sigue hasta la actualidad, tenemos muy buena relación con la gente del Departamento Materiales del Centro Atómico Constituyente. Ahí van todos mis becarios. ¿Es más difícil ser científico en Argentina que en Canadá?Es un balance muy complicado. En Canadá se trabaja muchas más horas, el que quiere progresar no deja de trabajar. La supervisora que tenía allá para el doctorado se levantaba a las 5 de la mañana y trabajaba casi sin pausa hasta las 20. Fue una profesional muy exitosa pero la familia se resiente mucho… y así terminan las familias, acá terminan por otras cosas. Otro de los que estaban en el doctorado, una de las razones por las que volví, era un hombre que juntaba un millón de dólares en subsidios para la investigación pero se terminó muriendo del corazón. Se trabaja y viaja mucho… no se gana mucho. Es docente hace más de 30 años, ¿recuerda a algunos de sus alumnos en particular?Yo tenía un alumno de Puerto Rico, Rafael Auras, que en su momento trabajó conmigo… yo los voy probando cuando están en tercero o cuarto año de la carrera. Era brillante, cuando ya se recibió de ingeniero químico hizo una maestría en materiales conmigo y después ganó una beca Fulbrait. Por entonces, yo era secretario de investigación de postgrado de la facultad… estaban comenzando los postgrados en la universidad y había que potenciar la formación de recursos humanos en las áreas de vacancia. La idea era que se especializara en packaging. Pero por entonces no había doctorados en esa área, ni siquiera en Estados Unidos. En la actualidad, Rafael Auras es referente de packaging en Estados Unidos… no volvió. La vez que vino a Misiones y quiso dar una charla, nadie le dio bolilla. Es increíble como desperdiciamos los recursos humanos en nuestro país. Por eso yo me quedo… ¡por lo menos que se queden algunos malos! Filme de almidón de mandioca Junto al referente internacional de packaging, Rafael Auras, otrora su alumno, y un equipo del Cedit , Schvezoc desarrolla un film de almidón de mandioca, es decir un film para packaging comestible. “En este caso, la idea de Auras es hacer un proceso de transferencia a África, es decir desarrollar y transferir un proceso apropiado para proteger la mandioca y que tenga una vida útil mucho más larga. La mandioca comienza a descomponerse a los cuatro o cinco días. En la actualidad, existe un proceso de alargamiento de la vida útil de la mandioca que es el encerado o parafinado que prolonga hasta un mes. El problema es que el encerado le da sabor, queda más amarga. El propósito es reemplazarlo con este film que ya está en pleno ensayo”.





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