Es la consecuencia directa de las repetidas y constantes exposiciones a los rayos solares, el fotoenvejecimiento cutáneo es un proceso biológicamente diferente al del envejecimiento cronológico. Los primeros signos aparecen en la piel entre los 30 y 35 años.El sol, fuente de vida, calor, luz y alimento, es la estrella más cercana a la Tierra y ocupa un lugar mitológico en todas las culturas.La piel, en la mayoría de las ocasiones, es la primera barrera frente a disímiles agresiones externas. Recubre la superficie corporal y participa activamente en la defensa del organismo.Posee diferentes propiedades, entre las que se pueden destacar las melanogénicas, detergentes, inmunológicas, metabólicas, enzimáticas, termorreguladoras y sensoriales.Desde el punto de vista histológico, está constituida por la epidermis y la dermis, con sus conocidas características.Su estado córneo, considerado como una capa de células muertas y poco funcionales, tiene naturaleza heterogénea: hay secreción de lípidos al espacio intercelular, glicoproteínas, péptidos y productos sebáceos en dependencia del sitio anatómico.Existen evidencias de actividad de las enzimas que, como guían las alteraciones de la membrana, ejercen un profundo efecto en el metabolismo lipídico epidérmico y en la síntesis del ADN.Entre las agresiones externas inorgánicas (especialmente físicas), la de mayor significación es la exposición a las radiaciones solares, cuyas consecuencias sobre la piel, como la destrucción sistemática de sus elementos constitutivos y la generación de especies reactivas al oxígeno, pueden conducir al denominado fotoenvejecimiento.Nadie que esté expuesto continuamente al sol está exento de los efectos del fotoenvejecimiento ya que la piel es muy vulnerable a este tipo de daño y, paulatinamente, se van presentando cambios en la apariencia y función de la misma.Colabora: Alba BrandtCosmiatraEn FacebookFijo: (0376) 4439930 Cel: 154 [email protected]





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