La Guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia, también llamado el “Infierno Verde”, fue uno de los conflictos armados más sangrientos de la historia sudamericana del siglo XX. Tuvo inicio el 9 de septiembre de 1932 hasta el 12 de junio de 1935, por el control del Chaco Boreal. Según datos históricos, Bolivia movilizó unos 250 mil soldados, mientras que Paraguay 120 mil.En los tres años de enfrentamientos, hubo gran cantidad de heridos, mutilados y desaparecidos. Los distintos tipos de enfermedades tanto físicas como psicológicas, la falta de agua y alimentación produjeron el mayor porcentaje de muertes.“Los heridos llegaban en hileras”, recordó con admirable lucidez Canuta Olmedo Cabaña. Después cerró los ojos y se cubrió el rostro con las manos, temblorosas. Suspiró intensamente y guardó silencio, como quien quisiera olvidar un recuerdo doloroso, que la marcó de por vida.Canuta es una mujer de estatura pequeña, delgada y de hablar pausado. Nació el 27 de enero de 1910, y es otro dato que sorprende, ya que tiene 105 años y una salud admirable.Esperó a los periodistas de PRIMERA EDICIÓN en su jardín del barrio Villa Poujade de Posadas. Vestida de saco blanco y vestido azul con blanco, se la ve elegante.Oriunda de Puerto Antequera, localidad de San Pedro (Paraguay), fue enfermera durante la guerra, en la ciudad de Concepción del país vecino.La decisión de ir a la guerra la tomó cuando tenía 22 años, luego de ver que toda su familia marchó al combate. “Mi papá, mis hermanos y tíos se fueron de la casa a combatir al Chaco. Y la guerra se llevó a toda mi familia”, relató Canuta. “Papá volvió enfermo a Concepción y llamaron para que vayan enfermeras. Y fui, ahí me prepararon para la guerra porque ya no quedaban hombres y las mujeres salimos a defender la Patria. Yo estaba por subir al camión que nos llevaba al combate y un doctor preguntó si había enfermeras, y yo levanté mi mano. Él dijo ‘no vaya, yo necesito enfermeras en Concepción. Y me quedé en esa ciudad”.Luego de la guerra siguió otra catástrofe: “La guerra trajo la peste y los que quedamos vimos como la peste mató igual o más que la guerra. No tiene sentido todo esto que ha pasado. No, por Dios que no tiene sentido”.Dejar todo por la guerraCanuta se casó en 1927, con el excombatiente Natividad Estigarribia quien falleció a los 99 años después de casi 80 años de matrimonio.“Tuve mis hijos, sin ayuda de doctores”, explicó la mujer. Y agregó que “antes no había médicos, un vecino venía a ayudarte, si es que había alguien para ayudarte. Parecíamos animales silvestres, ante era así”.Cinco años después, la guerra la llevó a la ciudad de Concepción, donde se desempeñó como lavandera de ropas de heridos a la orilla del río. Ejerció la profesión de enfermera y hasta fue madrina de Guerra.“En la guerra lavé las ropas de los heridos. Muchas vidas recuperé, les daba la comida, el agua. Vi gente que ya estaba entregada y los ayudé a recuperarse”.PerseguidosDespués de la contienda bélica, Canuta y su esposo fueron enviados a Repatriación, departamento de Caaguazú, donde vivió con sus hijos. Pero no por mucho tiempo.Durante el régimen dictatorial de Alfredo Stroessner, contó que fueron perseguidos por ser “comunistas”.Canuta recordó que una madrugada atacaron el pueblo, “rociaron de balas la casa de los vecinos”, entre ellos la suya, y algunas iglesias.En medio del tiroteo, “mi hija Margarita que tenía 17 años, recibió uno de los impactos y falleció”. Esa madrugada, Canuta, su esposo y sus hijos fueron encarcelados.“Cuando nos escapamos vinimos a la Argentina, porque somos liberales y no somos católicos. Entonces nos acusaron de terroristas. Yo fui presa cuando tenía 13 años. No entendía nada”, relató Elcira Estigarribia, hija menor de Canuta. Y siguió: “Fuimos apuntados con armas de guerra. Son recuerdos que no se borran. Yo era chica y preguntaba ‘¿por qué? será que hice tanto mal’”.Años después, cuando lograron la libertad, emigraron a Argentina y se instalaron en Posadas. “La revolución entre colorados y liberales fue una pelea de hermanos contra hermanos. No tenía sentido. Y había sido que mi esposo era liberal y por eso me mandaron a la colonia de Repatriación ¿por qué? ¿por qué era liberal?”, preguntó Canuta.“El país se dividió y tuvimos que escapar. No tiene juicio, no tiene sentido todas estas peleas de hermanos contra hermanos. Ni ellos saben lo que es ser comunistas. Eran tan ignorantes. No tiene sentido pelear por partidos, si usted quiere ser colorado bueno, sea. O liberal, listo. Es la ignorancia de no aceptar lo que el otro quería” concluyó con firmeza Canuta. Las anécdotas de Canuta y un pedidoEntre los recuerdos de Canuta singulariza su encuentro con el poeta paraguayo Emiliano R. Fernández. “Había llegado la ambulancia con muchos heridos y atendí a uno que me pidió papel y lápiz. Me dijo que era poeta, y su nombre Emiliano R. Fernández. Ahí hizo la última letra. En ese momento él no era más que un herido entre otros tantos, todos en la misma situación. Pero no dejaba de escribir, lo hacía con entusiasmo a pesar de que estaba herido”. Pero Canuta también alberga otros recuerdos, no tan buenos, entre ellos un teniente que intentó abusar de su hermana. “Nosotros eramos jovencitas y una noche vino un teniente armado. Iba a violar a mi hermana pero ella se escondió. Y vino por mi mamá y por mí. Me agarró del pelo y mi mamá me defendió. Después, le agarró a mamá y le defendí yo. Como él estaba borracho lo pudimos tumbar. Mamá le agarró del pelo y yo de los pies, nos defendimos con las uñas”. Hoy, después de todas esas vivencias, Canuta pide desde hace años al Gobierno de Paraguay una pensión. “Espero cobrar antes de morir, al menos como viuda de excombatiente o como enfermera, porque es lo justo”.




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