¿Qué es eso? es la pregunta de muchos padres que miran espantados al médico después de semejante diagnóstico. Es el Trastorno por Déficit de Atención, un desorden en el desarrollo de las funciones ejecutivas y de autocontrol, relacionadas con la atención y el control de impulsos y puede verse acompañado, o no, de hiperactividad.
Dentro de sus síntomas se encuentran la falta de atención sostenida, la impulsividad, y en algunos casos la hiperactividad. Sin embargo es necesario aclarar que un niño con TDA no es sinónimo de un niño inquieto, los síntomas deben cumplir con una serie de características específicas para que el niño pueda ser diagnosticado: deben presentarse desde edades muy tempranas (antes de los siete años); tener una intensidad y frecuencia superior a la normal para la edad del niño; interferir de forma significativa en el desempeño social del niños en dos o más esferas de su vida: escolar, familiar, etc.; no ser causado por algún otro problema médico.
Las causas del TDA son múltiples, sin embargo los factores genéticos tienen gran importancia como también los ambientales (perinatales, postnatales). Es importante a su vez tener en cuenta que generalmente el TDA se ve acompañado de otros trastornos como ser trastornos negativista desafiante, trastornos de ansiedad, trastornos del aprendizaje, trastornos del sueño, etc.
Muchas veces son los maestros quienes detectan ciertas conductas en el niño que llaman la atención, es allí cuando los padres consultan a un psicólogo, pediatra, psiquiatra o neurólogo quienes dan el diagnóstico definitivo y determinan el tratamiento a seguir.
El tratamiento del TDA debe ser multimodal, es decir, formado por un equipo de profesionales (psicólogos, psiquiatras y psicopedagogos) que contengan al niño, a la familia y a la institución escolar, aportando estrategias de acción que resulten favorables para el niño.
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