Fundada en 1586 por los jesuitas, la ciudad tiene como principales atracciones sus playas, algunas desiertas, como Itaquena y Patimirim, además del famoso Cuadrado Histórico. Plaza protegida por el Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (Iphan), el Cuadrado está lleno de casitas de colores, posadas, restaurantes (rústicos y elegantes) y tiendas de artesanía.Este paraíso playero fue creado gracias a una mágica conjunción entre los locales y hippies que llegaron en la década del 70, atraídos por un ambiente selvático y agreste y aguas cristalinas.Con un clima ideal y extensas playas tranquilas donde la naturaleza es protagonista, Trancoso es en uno de los destinos preferidos del turismo internacional. El mejor programa es conocer las playas, donde hay puestos para beber y comer manjares típicos de Bahía, como el acarayé (bollito de frijoles frito relleno de camarones secos y condimentos). A diez minutos del pueblito se encuentra Praia dos Coqueiros, con arrecifes que forman piscinas naturales con la marea baja y son perfectas para bucear.En la orilla sur del río Trancoso, se encuentra Praia dos Nativos, donde se pueden realizar paseos a caballo y alquilar kayaks y tablas de surf. Desde Praia do Rio Verde hasta Espelho, son 16 kilómetros de arenas desiertas, pasando por Pontas de Itaquena y de Itapororoca, y por Barra do Rio dos Frades, donde el río corre paralelo a la playa.En la dirección opuesta, hacia Arraial d’Ajuda, hay más tramos desérticos y otro buen lugar para un baño de agua dulce: Praia do Rio da Barra. En horas de la tarde, no se puede dejar de contemplar el atardecer en el mirador de la iglesia.La ciudad también tiene campos de golf de alto nivel técnico, rodeados de una densa mata atlántica, acantilados y dunas, y con una vista espectacular del mar, lo que hace que la experiencia sea aún más sensacional.Trancoso se encuentra en la llamada costa del descubrimiento, en el sur del estado de Bahía y a sólo 30 kilómetros de Porto Seguro, que es su principal aeropuerto de acceso.Trancoso conserva el aire de Jardín del Edén que deslumbró a los portugueses hace cinco siglos. Sus extensas playas –como Praia do Río da Barra, de blancas y finas arenas- permanecen casi intactas gracias a las leyes que impidieron la construcción de condominios y hoteles de muchos pisos en las cercanías del mar. El viajero que busque escapar del bullicio de las grandes urbes y descansar en un paraíso terrenal inigualable, éste es su Norte.Pintoresco paraíso atlánticoEl pueblo está sobre un acantilado, sin embargo tiene una particularidad que lo hace interesante. Todo transcurre en un cuadrado, que no es uno cualquiera, es El Cuadrado. Se trata de un área cubierta de pasto cortado, alrededor de la cual se acomodan restaurantes, coloridas casas, espacios de arte, negocios y una decena de amendoeiras (almendros). Al fondo de la plaza, la iglesia de São João Batista (1586), blanca y con paredes originales de barro y huesos de ballena, custodia el sosegado acontecer del pueblo.





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