“A mí me preguntan cuántos años tengo y yo les digo 79, pero para mí tengo 60, me siento tan bien”, sostiene Brigitte “Brigí” Stockmayer. Es que al día de hoy, siempre busca estar ocupada en alguna actividad: tejer, que es una de sus tareas preferidas y que heredó a sus dos hijas, su nieta y su bisnieta; cocinar; armar rompecabezas, resolver crucigramas; mantener las cientos de orquídeas que adornan su jardín y alimentar a las aves que lo visitan.Don Juan Ernesto Feldmann (84), con quien Brigí comparte la vida desde los 17 años, es decir, hace 62 años, no se queda atrás: sigue trabajando en tareas contables como colaborador de un estudio de Oberá, tarea que inició hace 48 años. PRIMERA EDICIÓN los visitó en la casa que construyeron a mediados de los 70, cuando la zona de López Torres y Bouchardo, en Posadas, era un campo con vacas y otros animales de chacra. En una amena charla compartieron algunas postales de su historia familiar que viene desde Alemania con la llegada de sus ancestros quienes, tras pasar por Brasil y Paraguay, se radicaron en la Zona Centro de Misiones.Caminos que confluyen Brigí es la menor de cinco hermanos. Nació en Campo Viera. Sus padres llegados de Alemania, se afincaron primero en Paraguay y luego en Misiones. Don Juan nació en Puerto Rico. En 1843 habían arribado a ese país sus bisabuelos desde Europa. Brigí y Juan se radicaron en su actual casa en Posadas en 1976. Durante un tiempo también vivieron en un campo en Garupá, donde tenían animales de chacra, una huerta y colmenas. Allí ambos aprendieron el arte de la apicultura para cosechar la miel de abeja.“Yo toda la vida en la casa, él -por Don Juan- trabajó siempre en tareas contables”, indicó Brigí.“Estudié en la Escuela de Comercio en Posadas, hasta tercer año. Y luego siempre trabajé en tareas contables. Empecé en Puerto Rico, en la laminadora, luego en la fábrica de té de Campo Viera, y hace 48 años trabajo con la familia Erasmie, de Oberá”, recordó. En la mesa de la cocina, se despliegan los libros tabulados que completa con gran dedicación. “Todo fue por una apuesta”“Él no baila. Pero todo empezó por una apuesta en un baile en Campo Viera”, dijo Brigí para dar inicio a la historia de amor que data de enero de 1954. “Yo había ido al baile con mi mamá y mi padrastro. Él -Don Juan- estaba con su grupo de amigos en otra mesa. Yo había estado bailando con un alférez hasta que me cansé y me senté. Y un amigo de Juancito le hizo una apuesta: ‘yo le voy a sacar a bailar a la rubia’, le dijo. Y Juan le dijo: ‘no, no te va a aceptar’. Y así fue, el chico vino y no le acepté. Entonces Juan dijo: ‘vas a ver que yo voy y me siento a conversar con la rubia’. Y así fue”, recordó sonriente. “Pero lo que el amigo no sabía era que nosotros ya nos conocíamos porque mi hermano nos había presentado en un cine”, agregó con picardía Brigí.“Así empezó nuestro noviazgo que duró ocho meses y nos casamos el 23 de septiembre de ese año”, agregó.Una boda por duplicadoEl enlace se realizó en la Iglesia San Alberto Magno de Puerto Rico. Brigí tenía 17 años. Don Juan, 22. Y fue por duplicado porque se casaron los dos hermanos Feldmann. Sin dudas Puerto Rico lo vivió como “la boda del año”: dos novias y dos novios vestidos con iguales atuendos, casados en la misma ceremonia. Por si eso fuera poco, las dos novias cumplían años el mismo día: 13 de febrero. La fiesta se realizó en el Club Victoria de Puerto Rico, en el primer edificio en que funcionó, que ahora ya no existe. Camino a PosadasEl matrimonio vivió un tiempo en una casa alquilada en Puerto Rico. Al poquito tiempo llegó “Beti” como llaman a Beatriz, su primera hija. El nacimiento fue en la propia casa de la familia Feldmann con ayuda de una partera y un médico. Dos años después, pero ya en el Sanatorio Boratti de Posadas, nació Sonia, su segunda hija. En la década del 70 se mudaron definitivamente a la capital misionera, primero en una casa alquilada y luego en el terreno en que viven actualmente. “Hace cuarenta años vivimos aquí. Cuando llegamos era todo tierra, había sólo una casa en la esquina, era un prado hermoso, las vacas pastaban, se veía todo el río, hermoso era”, recordó Brigí. Hoy el paisaje es distinto: todas las calles están asfaltadas. A una cuadra está la costanera con su incesante tránsito. Pero puertas adentro de la casa se respira un clima de paz. En el patiecito Brigí recibe todos los días a las aves. “Vienen naranjeros, jilgueros, zorzales. Ellos son mis pájaros y viven libres. Les dejo bananas, naranja, arroz partido y ellos llegan siempre”, contó con orgullo.Una infancia muy difícil“Mi papá falleció cuando yo tenía siete años. En ese entonces mi mamá vino a trabajar como mucama al Hotel San Martín -frente a la plaza homónima en Posadas, donde hoy se ubica el Instituto Montoya. Luego yo vine con catorce años como ayudante de cocina. Y tuve que hacerme cargo de la cocina y ocuparme de faenar con serrucho la pieza completa -res- que el carnicero traía entera. Era muy difícil”, recordó Brigí. Seguramente tan sacrificado como trabajar en la cosecha de té en campos de Misiones y de algodón en Chaco, tarea que realizó entre los diez y doce años.Tiempo después, ya pasados los quince años, volvió a Campo Viera con su hermana hasta que decidió volver a encontrarse con su madre. Recién entonces, según señala, para ella comenzó la vida social, concurriendo a los bailes, donde iba con su mamá y su padrastro.Tercera edad… mil proyectos Hace unos veinte años, Brigí tejedora de toda la vida, comenzó a diversificar sus manualidades. “Una amiga me invitó y fuimos a un taller de cestería ecológica, luego comencé con el tallado en madera. Hice relojes, cuadros, portarretratos, marcos de espejos, lámparas”, contó. Muchas piezas se vendieron. Pero muchas otras están en cada rincón de la casa dando un entorno de calidez a cada ambiente.“Hice un biombo de tres hojas con dibujos de animales nativos, lo vendí y me arrepentí porque me gustó mucho como quedó. Entonces hice otro biombo muy grande que ahora está en la pieza de Sonia. Ese fue mi último trabajo”, contó.Sus manos siguen pidiendo tareas, entonces sigue tejiendo a dos agujas. “Mis hijas aprendieron de muy chiquitas a tejer. Adriana -su nieta- es la del crochet”, detalló. La pequeña Camila, hija de Adriana, también se suma al staff de tejedoras que recorre las cuatro generaciones. Cuando hay que entregar los documentos contables, don Juan viaja junto a Brigí en su Renault 12 que se encuentra en impecable estado. “Llevamos los papeles pero
a la vuelta nunca volvemos vacíos. Traemos los taquitos de madera para la cocina a leña y la estufa”, contó don Juan.Los fideos en familia“Tenemos dos hijas, Bety y Sonia. Y cada una tiene dos nenas y un varón. Y ya tenemos seis bisnietos. La felicidad nuestra es que están todos bien, tienen su trabajo, tienen salud. Tenemos una familia sana en cuerpo y alma, así que no podemos pedir más”, dijo Brigí.“Y les tenemos a las dos hijas cerca, Sonia acá -en el mismo terreno- y Bety, a dos cuadras”, agregó Juan. “Y cuando quiero que estén todos juntos, hago fideos, entonces nadie dice que no”, dijo entre risas Brigí.Con su pequeña pastalinda, prepara y corta la pasta. Su nieto mayor, Claudio, que es cocinero, prepara el estofado y comparten en familia.“Somos como los Pimpinela, la canción de la familia”, dijo sonriendo.Fotos: J.C. Marchak





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