Señora Directora: Antes, unos setenta años atrás, los niños jugaban con las bolitas, el balero, la payana, el ta-te-ti, etc., y las niñas con sus muñecas desfilaban con distintos peinados, o entre chiquilines y chiquilinas se jugaba a las escondidas. Ya un poquito más grandes, el dominó, la dama, etc. Todos entretenimientos, si se quiere, ingenuos.Pero la mente humana seguía progresando y puso en marcha la macabra fábrica del “juguete” bélico. Se hicieron armas de fuego en miniatura: comenzaron con pequeños rifles; luego, revólveres a cebita. Entre autos a cuerda aparecieron los tanques de guerra a cuerda, cañones y ya varias décadas atrás, las ametralladoras con ruido de imitación con fuegos intermitentes; al mismo tiempo, se rodaron películas de “acción” –según ellos-. Pero la práctica de manejar armas de fuego, apuntando a cualquiera, a pesar de que algunos mayores indicaban a sus menores de “no apuntar a nadie”.Hoy es común ver a padres y madres u otros mayores haciendo cola en los sanatorios, clínicas, bancos, etc. y los chiquilines jugando al policía y al ladrón, con o sin pistolita de juguete. ¿Y cuál es el “regalo” para el día del cumpleaños, para Navidad o el Día del Niño elegido por la mayoría de los padres?: un arma de juguete, por ejemplo, y luego, observando a sus hijos, expresar con una amplia sonrisa de satisfacción: “¡Qué bien maneja la pistola!… y pensar que recién tiene cinco añitos”.¿Con esa mentalidad podemos esperar que en el futuro haya más seguridad? ¿No debiera prohibirse la venta de armas de juguete?





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