Avenida costanera de Posadas. Desde el Brete hasta el Puente Internacional mide diez kilómetros. Si ese fuera el tamaño de un átomo, su núcleo sería apenas como una naranja y el de un electrón, un grano de arena. Y los quarks, que son las partículas que están dentro de los protones y neutrones del núcleo, medirían como un muy pequeñito granito de arena.Si consideramos las reales dimensiones de los átomos, que integran cada célula de nuestro cuerpo y de todo lo que nos rodea, pensar en investigar o “ver” estas diminutas partículas puede ser un plan de “ciencia ficción”.Así lo define Mario Benedetti (72), doctor en ingeniería, docente en la Universidad de Mar del Plata, quien hace 42 años trabaja en el Cern (sigla en inglés para Organización Europea de Investigación Nuclear) en Ginebra, Suiza.Allí está a cargo de desarrollar la fuente de alimentación -un electro imán- que genera un campo magnético para que las nubes de estas partículas puedan acelerar, alcanzar la velocidad de la luz, es decir, 300 mil kilómetros por segundo y colisionar. Todo dentro de un conducto de unos cinco centímetros de diámetro que se extiende en 27 kilómetros formando un gran anillo. Este sofisticado equipamiento es un colisionador y detector de partículas, un colisionador de hadrones que fue denominado “la máquina de Dios” porque permite conocer de qué está hecho el universo. Se ubica cien metros bajo tierra en Ginebra, Suiza, muy cerca de la frontera con Francia. El área que ocupa es el equivalente a toda la ciudad de Posadas, desde el Puente Internacional hasta el Aeropuerto.Gira en MisionesEn una gira por Misiones, visitando las tres regionales de la Universidad Nacional de Misiones -Posadas, Oberá y Eldorado- culminando en el Café Científico del viernes pasado (27 de mayo), este referente internacional explicó cómo funciona esta gran máquina, y los aportes que con sus descubrimientos se han logrado en diversas áreas como salud, comunicación, ingeniería, física y química, entre otros. En salud, por ejemplo, destacó que se pueden detectar cardiopatías y prevenir infartos, “predecir” con diez años de anticipación los tumores y enfermedades neurológicas, y curarlas con un altísimo porcentaje de éxito por medio de la hadronterapia (ver recuadro).Un seleccionado argentinoBenedetti es uno de los catorce científicos argentinos que participan en este gran proyecto en el Cern. No vive en Europa, sino que viaja dos veces al año.Es investigador Principal del CONICET y miembro fundador del Laboratorio de Instrumentación y Control (LIC) de la Universidad Nacional de Mar del Plata y es allí donde desarrollan las fuentes de alimentación que va requiriendo el Cern. Cuando el proyecto está listo, es uno de los becarios del equipo el encargado de llevarlo a Suiza. De este modo, en estos 40 años de trabajo allí, ya han pasado cerca de 50 becarios del equipo han participado en el Cern. Casi no existen imposibles“Mi experiencia en el Cern me demuestra que casi no existen los imposibles”, afirmó el investigador durante la charla en el aula magna de la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Misiones, en el campus de Miguel Lanús, Posadas. La frase se comprueba claramente con esta experiencia de estar presente, ser testigo de la posibilidad de fotografiar estas colisiones de partículas “invisibles” a los ojos humanos.Y por otro lado, su propia historia personal, su trayecto hasta el Cern, un centro que para físicos argentinos se presentaba como un imposible pero donde Benedetti logró llegar. Y fue en forma autogestiva ya que no fue convocado desde allí. Por el contrario, todo consistió en ir a Europa a golpear las puertas del Cern.Eso también brinda testimonio de que los imposibles casi no existen.Detalló como fue este proceso, motorizado principalmente por la pasión por conocer cómo funcionan las cosas. Y alentó a los estudiantes secundarios presentes en el auditorio a descubrir “eso que los apasiona y hacerlo lo mejor posible cada día”.Es que pese a haber escalado tan alto en la ciencia internacional, sigue trabajando en la universidad pública y entiende que “la ciencia es posible para todos, y con tenacidad y un mínimo de inteligencia, todos podemos hacerlo”. Desde la lanchita de juguete a la fuente del Cern“Yo nací en Italia, a los dos años llegamos a Mar del Plata (Buenos Aires) con mi familia. Nuestra infancia era en la calle, jugábamos mucho en la calle, ese era nuestro patio y allí yo construía una lanchitas impulsándolas con un aparatito que inventé. Y en mi casa desarmaba todo para ver cómo funcionaban las cosas”, contó con ritmo pausado, casi como un cuento. “Es decir que me gustaba la ingeniería, y elegí electrónica porque mi mejor amigo había elegido esa carrera. Además, el mandato familiar de una familia italiana era ese: hijo ingeniero”, contó.Comenzó esa carrera, luego en tercer año se casó y fue padre y continuó estudiando y trabajando en lo que hoy es canal 2 América.“Una vez en una clase estaba muy cansado, estaba sentado en primera fila y me dormí. Roncaba. El profesor hizo silencio hasta que me desperté con mi propio ronquido. Días después fui a ver a ese profesor para pedirle disculpas y comenzamos a conversar. Él me contó que estaba armando un laboratorio y me invitó a participar de su equipo”, relató. Así ingresó al Departamento de Física.Y así fue cómo Bendetti construyó su primer trabajo: una fuente de alimentación para los equipos del médico.Luego de recibirse (en 1968) se especializó. Y para entonces, su padre le había pedido que fuera a Italia a resolver una situación de una casa familiar. Sin dinero, era imposible. “Pero en unas vacaciones en la playa, escuché en la carpa de al lado ’me fui a tomar un café a Roma, gratis’. Me quedé con eso y era factible, por el ”, contó. Se depositaba el dinero acá, se retiraba en Europa y por el tipo de cambio se terminaba saldando el gasto del pasaje. Así lo hizo y viajó, con muy poco margen de dinero. Resolvió el tema familiar y luego, por cuestiones de horarios se quedó sin rumbo en la estación de trenes. Eligió un destino al azar y llegó a un pueblo con un bar que esa semana tenía en la agenda, música argentina. “Enseguida hablé con los músicos y les expliqué que estaba sin dinero, me invitaron a quedarme con ellos. Mientras tocaban en el show, agarré la pandereta. Luego el del bar dijo que con eso quedaba completa la banda…fui por 48 horas, y me quedé quince días”, dijo.Antes de volar a Argentina de nuevo, pasó a saludar a la amiga de un amigo. “Geraldine se llama. Charlamos, charlamos. Hoy es mi esposa”, contó. Luego hubo un duro proceso de separación.Y mientras trabajaba en el laboratorio con sus amigos físicos, Geraldine, le comentó sobre el Cern. Pero sus colegas le advirt
ieron: “ni lo sueñes, ahí sólo convocan a los europeos, mirá que acá hay físicos destacados y nunca nos convocaron”. Para él esa “negación” fue como un invitación. ¿Cómo llegó al Cern?Con un poco de suerte, volvió a conseguir cómo viajar a Europa y fue al Cern a presentarse a los distintos investigadores. “Todos me dijeron que sí, que era bienvenido, que me iban a estar avisando, pero pasó el tiempo y nada”, relató. “Hasta que fui a reunirme con un francés. Me preguntó qué antecedentes tenía. Yo le conté que había desarrollado una fuente para alimentar equipos de radiocromatografía -para Brenner”, dijo. “Ahí me convocó a reunirme con los otros equipos y me dice: nosotros tenemos 700 fuentes de radiocromatografía y no sabemos cómo repararlas. “¿Se dan cuenta como llegué al Cern?”, dijo sonriente.“Somos el universo”Lógicamente conocer la materia desde un lugar tan ínfimo, transformó su forma de ver el mundo.“Para que cualquiera de nosotros esté vivo, las probabilidades son cero, cero, cero…. hace 13.840 millones de años, tuvo que ocurrir un gran estallido, el Big Bang, las estrellas tuvieron que fabricar todos los elementos de la tabla periódica, y hace 4.000 millones de años se tuvo que formar el sol, y luego el planeta tierra”, relató. Y luego, “hizo falta que dos personas se pongan de acuerdo, tengan relaciones sexuales, que un espermatozoide fecunde a un óvulo….eso quiere decir que si hoy están aquí es porque tiene una tremenda fortuna, absolutamente fantástica, lo que no los autoriza nunca mas a decir: ’qué desafortunado que soy’”.“Somos parte del universo, somos el universo y nuestra gran fortuna es haber tenido la oportunidad de haber nacido”, recalcó. “Uno no controla nada. Lo único que controla es lo que vive en este momento y por eso debemos y honrar lo que podemos hacer de aquí en más. Si toman conciencia de esto, y ante cualquier dificultad lo miran desde el optimismo, es fantástico lo que van a poder sentir”, finalizó con emoción.





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