Un niño llamado Bartolo plantó un cuaderno en la tierra y al tiempo creció una planta que daba cuadernos. Salió a la calle con los cuadernos para regalarlos a los niños porque salían muy caros. Pero el señor Vendedor de Cuadernos se enojó y quiso comprarle la planta. Como no pudo convencer al niño, lo amenazó y ordenó a sus soldaditos azules que le quiten la planta, pero los niños vinieron en su ayuda. En pocas líneas así se resume el cuento “La planta de Bartolo”, de Laura Devetach, una de las tantas autoras y autores que fueron prohibidos en Argentina durante la dictadura militar de 1976 a 1981.¿Cómo y por qué se prohibieron estos libros de cuentos? Para responder estas preguntas, mañana de 17 a 20 se realizará una muestra multimedial en el patio interno de la Facultad de humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones (Tucumán 1946, Posadas).“Estos libros se prohibieron por ‘exceso de fantasía’ y eso era considerado peligroso porque liberaba la mente a pensar otro orden del mundo posible. Eso (para la dictadura) atentaba contra la moral, era adoctrinamiento ideológico”, explicó a PRIMERA EDICIÓN la profesora Claudia Santiago, coordinadora de la actividad. Destacó que pese a la prohibición, éste y otros textos siguieron circulando de mano en mano entre las maestras. La iniciativa se concreta a través del Centro de Mediación, Investigación sobre prácticas de lectura, escritura y literatura Infantil y Juvenil (Cemillij) de dicha casa de estudios. “Cuentos peligrosos”Por decreto del gobierno de facto liderado por Rafael Videla, el libro “La torre de cubos” de esta escritora no se podía leer en las escuelas ni en las casas. Como tantos otros, fueron quemados y destruidos por los militares.La misma suerte tuvo “Un elefante ocupa mucho espacio” de Elsa Borneman, “El pueblo que no quería ser gris” de Beatriz Doumerc, “La rebelión de los animales”, “El Principito” de Saint Exúpery y tantos otros. Los autores argentinos fueron perseguidos y debieron exiliarse en el extranjero o bien permanecer silenciados, sin poder producir ni trabajar. Incluso editoriales como el Centro Editorial de América Latina (Ceal) fueron cerradas y sus libros, incendiados. “En la muestra se podrán ver los libros prohibidos y también habrá videos y audios con material sobre esta época y un mural donde todos podrán escribir sus reflexiones”, destacó Santiago. “El campo de la Literatura Infantil y Juvenil (Lij) siempre estuvo muy permeado por el adoctrinamiento. La construcción del sujeto era muy controlada”, resaltó.Advirtió que “esta censura ha dejado una huella que pervive: cuando un padre va a elegir un libro para su hijo, busca qué mensaje le deja el libro, busca que el libro sea útil, le enseñe algo, le enseñe a cuidar la naturaleza, a portarse bien”. Y?agregó que “la literatura como todo arte lo que hace es invitar a jugar con el sujeto, para disfrutar, para preguntarse sobre uno mismo, no necesariamente debe tener un fin moralizador y ejemplificador”.





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